18.6.20

Bosquianadas 1 / La extracción de la piedra de la locura


Ilustración: Ramón Besonías


Aflige pensar que este delirio laboral no traerá enseñanza alguna a la que aferrarse y de la que valerse para continuar, porque el trabajo continúa y habrá que dar con las herramientas con las que acometerlo. No se advierte que prospere ninguna fiable. De ahí que cuente más que nunca el humor, y con él, inseparablemente, la sabia frivolidad que lo alienta. Tiene esa postura moral mucho de mecanismo de defensa. Nos precavemos contra lo que no entendemos o contra lo que no podemos intervenir. Que estemos desbordados contribuye a que recurramos a él y así no nos vengamos abajo definitivamente y abdiquemos. Que estemos agotados nos autoriza a expresarnos con sana sorna o con legitima saña. Si se nos hurga, no hace falta que sea con las maneras medievales de la ilustración tomada con libérrimo talento por Ramón Besonías del iluminado y perturbado El Bosco, darán con pruebas palmarias de que hubo daño, cómo no, más del previsto y probablemente más del necesario. Habrá cansancio, habrá estrés, habrá indicios de la cruenta liza entre la obediencia y la insurrección. Como acatamos con probada mansedumbre el recado de enseñar que se nos confía, dejaremos que se nos inspeccione, no pondremos trabas: entren, comprueben, enmienden el roto si está en sus facultades. No cuenta el sacrificio, eso no es materia considerable, no habría con qué aliviarla. Hemos contribuido con firmeza a que no se detenga la maquinaria y prosiga su desquiciado empeño conciliador. Algo habremos hecho bien, a costa nuestra, siempre a cuenta de cada uno, cada cual con su voluntad y con su cuota de responsabilidad. Vendrá más tarde el peaje. Todo tiene precio. Ahí andará la piedra de la locura, tal vez convenga extraerla, ponernos de nuevo en danza con las propiedades docentes indemnes, creo que no habrá obstáculo difícil de allanar: tenemos los buenos propósitos intactos, no se ha deteriorado irremediablemente el instrumental habitual, el del amor al oficio, el de las ganas de que todo regrese a su ser, aunque no las tenga todas conmigo y convenga para mis adentros que esto de enseñar pide a gritos una revisión y probablemente tengamos que pensar otro modelo de enseñar, por si esto de la pandemia rebrota (es lo razonable, a lo que ve uno y a lo que deduce) y la escuela no vuelve a ser la que era. El personal reclutado a esa empresa no es importante: nunca lo ha sido. Gensanta. 

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