No sé si hay que ser docente a tiempo completo, tener esa conciencia del oficio sin interrupción. O cardiólogo o economista o guardia de seguridad a tiempo completo. Si cualquier trabajo que se tenga exige esa entrega continua, tangible. Si puede reprobarse aplazar esa condición laboral y no ser docente ni cardiólogo ni economista ni guardia de seguridad un periodo del tiempo al día o durante el rato en que no se ejerza. No sé otros gremios, pero el mío es particularmente peculiar en este aspecto. El maestro, salvo saludables casos, ojalá prosperen, es maestro en la escuela y en casa, cuando pasea en su esparcimiento y en sus conversaciones de barra de bar. De hecho, no son pocas (de verdad que no) las veces en que he escuchado de ellos (yo he caído también en hacerme vocero de esa especie) la pregunta absoluta: ¿qué pasará en septiembre? Parece que no hay vacaciones, por más que las merezcamos, dejadme que haga énfasis en esa idea, la de las vacaciones. Nadie cuenta qué hará en verano, cómo usará ese espacio de tiempo y si irá a la playa, a una casa rural o se quedará nuevamente en casa, por temor o por inercia o por la maravillosa sensación de levantarse y no tener que sentarse frente al ordenador y dejarse los ojos y la espalda en el desempeño digital de su oficio.
Las cosas que a uno se le ocurre hacer en este verano probablemente no sean muy pensadas. A más se piensan, con más obstáculos tropezamos. Poseen la facultad de sacar imprevistos en donde únicamente se presentía un camino recto y, sobre todo, poco inclinado a que el azar lo haga serpenteante y, en casos, hasta meandro sin disimulo. Las veces en que con más entusiasmo se preparan suelen ser las que coinciden con mayores inconvenientes. De ahí que venga bien improvisar, no dar nada por sentado ni rubricado, no caer en esa costumbre de creer que lo más ansiamos está a nuestro alcance y que solo depende de nosotros abrir las manos y agarrarlo. Se escabulle: los deseos tienen esa facultad, la de no avenirse a consideraciones privadas que fantaseen sobre ellos, la de bajarnos de cualquier nube en la que nos hallemos. El docente, he aquí el sujeto objeto de toda esta colección de imágenes con su pie de texto (Ramón ilustra, Emilio escribe) tendrá, sin embargo, algo de lo que carecía en su quimera de voluntos apetitivos. Tendrá un pequeño intermedio en la faena, nada del otro mundo, aunque algunos les parezca que tenemos el trabajo perfecto. Ya conocen la frase: gana como un ministro, descansa como un maestro y trabaja como un cura. No sé de ministros ni de curas, así que me limito a explayarme con el oficio de maestro, que para eso lo conozco. Así que no tengo ni idea de lo que haremos en septiembre. Ya nos contarán, ya veremos. Este docente va a empezar a pensar qué hace a partir de la semana que viene. Sin rúbricas ni indicadores. Sin ejercicios de ampliación ni de refuerzo. Si me pongo a pensar mucho en la escuela de septiembre, me echo a temblar.
1 comentario:
Solo paso a dejarte un bendecido Julio y un adiós a junio. Nunca pierdas la esperanza que vendrán tiempos mejores.
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