24.10.25

En una ciudad de ángeles

 





Roy Orbison está cantando para los solitarios. Esqueletos de Chevrolets quemados devoran las calles. Muestra un poco de fe, hay magia en la noche. Mary puede no ser una belleza, pero hay besos eternos. La tierra prometida está al otro lado de la carretera. La ciudad la pueblan perdedores esta noche, pero en mi corazón siempre hay un estribillo con el que mecerte hasta que la oscuridad te robe el miedo y caigas en mis brazos. Mientras, estoy solo. Nunca he estado tan solo, nunca estaré tan solo. No tengo dónde ir. Los amantes desesperados bailan en las playas de Stockton's Wing. Se ven desde aquí. se les oye gemir de tristeza. Juramos que viviríamos siempre en estas calles. Wendy, Mary, qué mas da. Os quise tanto. Os quise como si todo estuviese escrito en una canción del primer Elvis. Sólo soy un jinete asustado, un perdedor más. Paseo las calles con mi cara de niño bonito al que no salen bien las cosas. Solo soy un niño descarriado. Uno que ha oído rechinar por el bulevar los cascos oscuros de los caballos del rock and roll. El parque de atracciones se alza desafiante. Los chicos saben hacerse los duros y las chicas se acicalan con prisa y beben a morro. Hemos visto el pecado de cerca, lo hemos tuteado. Nos miró el diablo y nos echó el brazo por encima. Caminamos un buen rato por el filo de la navaja. El cielo estaba a medio hacer y el ruido de las fábricas se colaba en el corazón de la ciudad. Soy el hijo pródigo y estoy buscando el camino de vuelta a casa. Ahora estos recuerdos vienen y me hieren. Los quiero apartar, pero escogen las palabras y hablan por mí cuando abro la boca. Ojalá despierte mañana en una ciudad de ángeles. Caminaré por la carretera del trueno. La pisaré con mi chupa nueva, tocaré una canción para ella, una melancólica, de náufragos en la ciudad y novias de dieciocho años en asientos traseros de coches de segunda mano prestados. El río, que siempre es de Heráclito, dejaba en las orillas su manso inventario de prodigios cotidianos, su temblor íntimo, su himno perfecto. A lo lejos parpadeaban las calles y Mary dijo que estaba embarazada. No hubo flores en la boda. Ni viajarán a ver el mar. Ni siquiera el novio llevó un buen traje, pero el río siempre vuelve, los llama. Verán las estrellas de New Jersey desde la ventana de una habitación de motel barato. Creerán que son ángeles, escucharán la música de las constelaciones. 

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