5.9.25
De la memoria de los libros
De Borges aprendí que la realidad y la ficción manejan la misma materia narrativa. Que lo real interviene en lo fabulado se da por sentado, pero hay zonas de penumbra, territorios que difícilmente pueden adjudicarse a la intendencia de lo real o de lo inventado. Macbeth mata a su rey para que el futuro haga que Shakespeare urda una trama que el futuro custodiará en el confinamiento de un libro. Los objetos tienen memoria. El guante recuerda la mano que lo ocupó. El cuchillo, la debilidad de la carne, su ancestral ternura. Los libros echan en falta que se dialogue con ellos. Pienso en la soledad de un libro cuando no se siente diferente a un piedra o a una cuchara. Aprecio su orfandad invisible. Todos los objetos son herramientas que cumplen un cometido, pero ninguno posee la elocuencia del libro, que es una extensión de la memoria y de la imaginación, como luego otro Borges plasmaría en una conferencia y posteriormente en otro libro. Algunos de ellos son un apéndice orgánico de quienes los abren y dan con el milagro de descubrir que ellos mismos son también un libro. Si se examinan con detalle, estaremos en sus líneas, seremos una emanación suya o él, transido de lo humano, nuestra. Ahora, más modestamente, yo escribo porque Macbeth mató a su rey.
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