Tal vez no debamos tocar nada, dejar que el rigor del tiempo maniobre a su antojadizo capricho y estrague la limpieza de la madera y arruine la pulcritud de la piedra. Nada que enturbie la presencia de una puerta o una ventana en una calle. Ni siquiera un edificio entero, más ofrecido, diría uno que vivo, como si respirara y se doliese o se conmoviera o festejara su existencia, tampoco sabremos cómo. Se trata de preservar la dignidad, no creo que haya más. Hay algunas que tienen esa dignidad muy a pesar del aspecto que ofrecen. Es más: ganan en ella cuando exhiben el tráfago de los años. Se las mira con respeto. Cuanto mayor es su deterioro, más se cree en su nobleza y en la bondad de su oficio. Igual que las personas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Breviario de vidas excéntricas / 55 / Ismael Lapiedra
Tengo por costumbre no llevarme la contraria, pero a veces me fuerzo a rebatirme. Tal vez me mueva cierto afecto por las novedades o la ne...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Hay cosas que están lejos y a las que uno renuncia. Tengo amigos que veré muy pocas veces o ninguna. Tengo paisajes en la memoria que no v...
No hay comentarios:
Publicar un comentario