26.3.18

Blues oriental con anchoa




Anoche soñé que Milt Jackson me contaba su vida. Hay quien sueña con pájaros que no levantan el vuelo o con hadas que hablan con endecasílabos o con libros a los que les faltan las páginas impares. No sé mucho más de lo que soñé. Estábamos Milton con su vibráfono y yo y Oscar Peterson tocaba Blues Oriental a lo lejos, sin interferir en lo que decíamos. La razón por la que acuden unas tramas y no otras es la misma por la que somos quienes somos y no otros. Como no tengo la facultad de recordar lo soñado, pensé al despertarme en si mi sueño escondía algo de trascendencia que pudiera serme útil, pero no supe rasgar más adentro y retiré de mi cabeza a Oscar, a Milt, hice la cama y me preparé el café y unas tostadas. Luego he ido al médico y ahora estoy sentado en una terraza y despacho una cerveza con una tapa de anchoas con tomate. Es más fácil entender la realidad que los sueños, pero Blues oriental suena en mi memoria como si fuese un bálsamo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es extraño como unas palabras buscan otras palabras porque es muy difícil hilvanar una historia en la que salga un vibráfono y una anchoa, mi querido Emilio.
Nada que tú no puedas hacer que funcione.

Tomás

Emilio Calvo de Mora dijo...

Son ellas, Tomás. Es mérito de nuestra bendita lengua.

Comparecencia de la gracia

  Por mero ejercicio inútil tañe el aire el don de la sombra, cincela un eco en el tumulto de la sangre. Crees no dar con qué talar el aire ...