Su voz me escoltaba al sueño y entretenía ese limbo de conciencia que lo precede. Hoy leo que no está, que el corazón le ha partido la voz que tutelaba mi ración nocturna de radio. No sé si estará en algún sitio cotejando las evidencias de la Historia con los personajes de sus pasajes. Si Escipión le estará corrigiendo algún desliz. Es probable que así sea y no tengo inconveniente en aceptar esa extravagancia metafísica. Su Rosa de los Vientos continuará aireando emociones, misterios; divulgando ciencia y congregando a una legión fiel de oyentes cómplices, dolidos hoy, aturdidos.
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2 comentarios:
Feliz como una lombriz, y siempre con fuerza y honor. Anoche fue la noche del recuerdo. Un velatorio virtual en el que los sollozos de mil oyentes desconocidos se dio a conocer a través del teléfono.
No acabo de asumirlo. Él forma parte de mucho de los mejores recuerdos de estos últimos nueve años.. Es la primera vez, y seguramente será la última, en la que un desconocido se convierte en parte de mi vida. No lo asumo, de veras. Y alguna lágrima continua fugandose a lo largo del día.
Gracias a él comencé a creer en la matemática del azar. Esas cuatro ces juntas no podían ser fruto de la casualidad. Había una quinta, Juan Ignacio Cuesta, que confirmaba la ecuación. Y el hecho de que, Silvia, su esposa, se apellide Casasola, casi me convenció. Pero morir tan joven y de modo fulminante, nos devuelve a la realidad. Ojalá continue la rosa. Quitémosle un rumbo de los 32 posibles, o mejor añadámosle una flecha extra.
La música del azar.
Era una película de Philip Haas extraña, pero hermosa. Como la vida.
A veces se hace muy cuesta arriba confiar en la felicidad. Siempre hay algo ajeno que nos debilita. Cebrian anoche. Ya ves.
No lo encajo y mira tú qué nos unía. La voz, la emoción, el asombro, la evidencia de un mundo perfecto en la oscuridad de la noche.
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