9.10.07

El asesino: Mafias light




Esto es lo malo que tiene que el cine: lo fácil que es hacer caja con productos de una mediocridad insultante. El asesino es un disparate que no alcanza las ínfimas cotas de calidad de películas ametralladas bajo sus mismos presupuestos, pero resulta vacua, repetitiva, carente de todo sentido de la estética y, lo que es más importante, limpiamente huérfana de nervio. Como si el director contratado para finiquitar el engorro, un tal Philip G. Atwell, hubiese abandonado con premeditación, nocturnidad y cinematográfica alevosía todo interés en asombrar a su público y se hubiese decantado (con lo fácil que es) por fotocopiar cientos de historias de venganzas y redenciones, camufladas bajo el título de cine de acción y proyectadas como escaparates portentosas para el espectador amante de mamporros y demás pirotecnica de la violencia pura y dura. Atwell, sin atropellarnos, recrea con corrección ese mundo: los arquetipos son perfectos, las cabriolas del guión (con ese inesperado final, cómo no) se declaran incompetentes para seguir cierta línea narrativa razonable y todo queda en un lastimoso, por vacío, ejercicio de cine palomitero. Uno más. No entra este cronista de sus vicios en que sea la peor película del año, que no lo es, ni de lejos, pero es importante avisar a cierto público exigente sobre la inconveniencia de engolosinarse con el muy atractivo trailer. Habiendo visto éste, se puede decir llanamente que hemos visto la película completa.
Lo bueno que tiene el cine es que nos quedan muchas películas por ver. El asesino no emborrona nuestro expediente. Se comprende que, en ocasiones, queremos ver ligerezas, exotismos, cine desarmado de trascendencia. Luego está la artimaña comercial, para quien así la vea, de juntar a dos expertos en brincar y en propinar patadas de los últimos años, Jet Li y Jason Statham. Allá ellos se lo curen con tiritas. No vi El único, pero un amigo me contó un resumen que podría servir para este desatino new-age, macarra y estragante. Este exceso de balas (patadas, en honor a la verdad, no hay demasiadas, menos mal) enfanga un género noble que se está caramelizando, convirtiendo en un pastiche edulcorado de adrenalina barata. Por lo menos, y eso es muy de agradecer en estos tiempos de divagaciones y de semióticas de mercadillo, la cinta no pretende lanzar ningún mensaje, no posee ninguna intención aleccionadora. Sólo abarca el respetable sector de las cintas de disipación mental, como decía un amigo mío, pero el loable propósito se ahoga en el pesado juego de identidades falsas, códigos de honor mentidos y (voy preparando) el infumable cierre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me quedo con el entretenimiento que me causó cuando la vi, harto como estoy de rollos de pensar. Porque el cine de calidad, ahora, el bueno, es rollo de pensar y fotografía new age. Así que, vengas tiros, hoy los acepto.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Los rollos de pensar, Pepe, son buenos de vez en cuando y admito que un vuelo de patadas y un ejército de tortas puede recomponer el ánimo alicaído, pero yo ya tengo una edad que hace que me cueste admitir demasiado esfuerzo físico.

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