26.10.20

El mapa absoluto del alma

 


Por estas calles creció mi infancia y en ellas fui el adolescente conchabado con sus vicios sencillos, una tentativa de futuro al que no le preocupaba lo más mínimo la consistencia inapelable del tiempo, su seca y más tarde dura y tornadiza huella. Los cromos. Las canicas. El fútbol en las plazas. Los portales como refugio. Los amigos irreemplazables. La teoría (apenas trabajada) de que el mundo era un armonioso paisaje hecho a mi lúdica y festiva inocencia, aunque entonces todas esas grandes palabras (la inocencia, la responsabilidad, el mismo futuro) eran inasequibles, ajenas, cosas de los demás, no mías, nunca mías. Estaba la Plaza Zaragoza, el pabellón idílico de los juegos, la calle Jaén, luego la calle Utrera. También Fray Albino y el Campo de la Verdad. Aún sé perderme en ellas y sentirme dichoso y pleno, raramente atribulado, convertido en espectador sobrevenido de mí mismo. Al fondo siempre está la recia certidumbre de que no hay destino alcanzable sino pequeños hitos que manuscriben la biografía rutinaria. Desde el aire no reconozco absolutamente nada, aunque identifico cada cosa. No es mi ciudad, siendo la única que de verdad tuve. No soy yo el que mira, y sin embargo estoy en la mirada y me representa. No estoy dentro ni en momento alguno he sido feliz en este rinconcito del mundo. O lo he sido ingenuamente, de un modo primario, brusco, íntimo, sin dobleces,  al modo en que los animales lo son frecuentando jardines y repitiendo esquinas. Zozobra y desorden. El irse buscando y encontrando en lo que uno recuerda, ese placer que consiste en volver a la infancia después de vivir un siglo, como dice la canción. Palabras (todas las que ahora escribo) que difícilmente explican el pequeño afecto que le dispenso a la nostalgia y, sin embargo, la cantidad de tiempo y de palabras que dedico a confiarme a ella y sentir que la vida ha sido generosa conmigo. Soy un sentimental. Ya he escrito esto muchas veces en este diario que rindo. Un sentimental con un arsenal de agradecimientos. Algunos, en una mirada repentina, en la primera opción del corazón, provienen de estas calles. Cada uno tendrá las suyas. Pero éstas son tan mías. Hace unas semanas las paseé nuevamente. Las pisé con intención. Las sentí nostalgia y gratitud. Las creé otra vez en mi cabeza, aunque fuesen otras y hasta también fuese otro yo mismo, eso no es asunto al que se le pueda poner traba. Las compuse y las rehice. El mapa absoluto del alma.

1 comentario:

eli mendez dijo...

Simplemente , precioso
.."O lo he sido ingenuamente, de un modo primario, brusco, íntimo, sin dobleces,.." Acaso no seria lo mejor? solo que cuando crecemos y supuestamente "evolucionamos" parece que lo olvidamos.
Me gusta mucho ese valor que le da al agradecimiento.. Saludos , es una entrada entrañable.

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.