1.10.20
Un teatro
Somos instrumentos de otros, servimos a causas de las que no sabemos mucho o incluso algunas invisibles, esas son las más temibles. También hay quien es instrumento nuestro y le participamos invitación a que se adhiera o se agencia uno la manera de que se involucre sin hacerle llegar la trama, escamoteando los motivos o tergiversándolos a beneficio propio. Por más que creamos tener criterio y no caer en ese utilitarismo, no hay quien lo eluda. Vale de poco encolerizarse, si percibes que eres peldaño de una escalera que no sabes a dónde conduce. Creo recordar ocasiones en las que serví sin cuestionamientos y otras (alguna menos perecedera) en la que pedí explicaciones y poder rehusar si no cuadraba la empresa ajena en la mía. Estos tiempos son de incertidumbre y de zozobra. Se nos pide que colaboremos en una tarea ardua, inasequible a poco que le prestamos atención. Accedemos a regañadientes o con mansedumbre. Ignoramos las dimensiones del teatro. Ningún alcance que interpongamos nos aclarará si somos parte del elenco, tramoya o público. Dudo que seamos actores principales. Eso queda para la vida privada, puede que alguna se nos permita todavía, pero también cabe ahí entender que unos hilos encima nuestra hacen que nos movamos y sintamos la ilusión de que tenemos voluntad y la hemos ejercido.
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