La luna de anoche, la de sangre, medra en la memoria, la ocupa entera a ratos, silencia las lunas antiguas, las blancas o las acuertaladas en su timidez o las de plenitud incivil y desafiante, aplaza la claridad del día irrumpido hoy, hace que no prospere la luz, a pesar de su dureza de verano. No sabemos qué fue de ella, si ese limbo suyo tenebroso quiso contar algo y no supimos entender o no quisimos, por temor, por la cautela ancestral alojada en nuestro pecho. No sabemos nada, no tenemos ningún mapa suyo, nada fiable a lo que aferrarnos. La luna es un descuido de Dios. El hombre es una anomalía. Le incumbe sólo su influjo, su secreta terquedad, su anhelo sin dueño.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
El enamoramiento
Hay una tendencia reciente a reducirlo todo y a escamotear los detalles, a no entrar en los matices. Debe ser una de las consecuencias de ...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Almodóvar c arece de pudor. Hitchcock tampoco era amigo de la contención. Cronemberg ignora la mesura y se arriesga continuamen...
-
E n ocasiones, cuando se ponía sentimental, mi padre me concedía una parte suya que no era la acostumbrada. Abría el corazón, mostrab...
No hay comentarios:
Publicar un comentario