27.5.18
Los domingos son un género literario
Cansa tanta ambición ajena. La propia, con la edad, flaquea, no cuenta, hasta molesta. No desea uno más que unas cuantas pequeñas cosas en las que refugiarse. Incluso ésas, vistas con detalle, pesando lo que exigen, se dan a veces de lado, se prefiere no manifestar nada en ocasiones, hacer como que todo está hecho o todo por hacer, pero no andar metido en construir, en imponerse una tarea y acometerla con voluntad hasta que se salda ese empeño y se planea otro. Está gris el domingo, Raúl. El café y las tostadas con la radio de fondo no garantiza que después todo transcurra con esa plácida apatía que uno anhela y con la que cuenta para empezar con brío la semana, que volverá a ser exigente, implacable y (más veces de las deseables) voraz. No soñé nada que pueda recordar. El cielo está entre echarse abajo o aclararse y dejar que la luz muerda el aire y lo haga brincar como una brújula loca. Los domingos son un género literario. Las horas se persiguen, se encolerizan o se aplacan, adquieren una rara mansedumbre o un vigor inusual. Todo tiene esa inminencia extraña en la que no se sabe si se enmendará o acabará despeñado y roto. Hay días que se rompen con más facilidad que otros. Algunos vienen ya con ese aviso de fractura. Sabes que acabarán por desmoronarse, aunque más tarde prorrumpa alegremente la armonía, ese concilio feliz y breve en el que no se titubea, ni se cuestiona nada y las horas avanzan sin que se advierta su tránsito mecánico y antiguo. Los domingos no tienen ambición, son una extensión aparte del calendario. A lo sumo, cuando vienen benignos, traen una invitación a que no pensemos mucho en ellos y nos recreemos en esas pequeñas concesiones que nos permitimos. Algunas de ellas vienen sin que se las convoque. Al final todo es literatura. Cada pasaje de la existencia es un texto que se incorpora a los otros textos. Cualquiera puede ser corregido o censurado o cancelado. El lunes es un artefacto curioso. Termina por ser menos dañino de lo que pensábamos. De hecho, una vez se empiezan, confortan, dan el consuelo con el que podemos avanzar como solemos
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