16.5.18

El príncipe del metro cuadrado

Hay cosas que no entiendo bien en los comentarios que se hacen en las retransmisiones futbolísticas. No sé si me hacen gracia o no me hacen ninguna. En algunas, ocurrentes, esbozo una sonrisa, por esmerarse en lo poético (el balón peinó las nubes) y otras me irrito, me hartan, me producen una especie de repelús fonético del que tardo en salir (el albaceteño es el príncipe del metro cuadrado, referido a Iniesta no hace muchos días). Creo que es un oficio difícil la narración de un partido fútbol. Hay que tener temple y no caer en el vértigo y narrar como si se acabase el mundo, cuidando de que nada de lo que ocurra en el campo pase desapercibido para el espectador. Abundan los locutores estajanovistas, los que se explayan a gusto y registran cualquier lance. Los menos son los premiosos, los que no se aceleran sin necesidad y explican lo necesario, sin excederse, evitando en lo posible (es muy difícil eso, imagino) aturdir al que mira la pantalla, narrándole lo que ve. En la radio la cosa no funciona así: el locutor necesita mostrarnos lo que no vemos. Hay algunos (lamento no aportar nombres) que son profesionales estupendos. Valdano es un extraterrestre, no es de este mundo. El rapsoda, como le gustaba llamarlo al ínclito José María García, es un tipo culto y no oculta su cultura cuando explica las razones por las que Griezman no cuaja un buen partido o las que justifican que Messi no marque los goles que el aficionado culé anhela. Me parece un hombre desubicado: comenta partidos de fútbol porque fue el oficio que tuvo antes de que la edad lo retirara, pero podría comentar libros de poesía o cine ruso de los años mudos. Algo parecido le sucede a un tipo absolutamente genial, Santiago Segurola. Hace que la trivialidad de un resultado (qué más da que ganen o que pierdan, al fin y al cabo) adquiera consideraciones casi metafísicas. No es que hable bien (se echa eso en falta en muchas ocasiones) sino que lo hace respetando al que escucha, sin escatimar un verbo oportuno o un adjetivo preciso. Quienes amamos la lengua y el fútbol (yo soy uno de esos) apreciamos que existan profesionales de esta altura. Insisto en que todo es cuestión de semántica y de sintaxis y de amor por la lengua vernácula. Lo de que alguien sea el príncipe del metro cuadrado es una anécdota, pero en el fondo tiene su pequeño orgullo lingüístico

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