19.5.08

Pan, circo y televisores de plasma

Hay algo de grosero en eso de que la Liga de fútbol se acabe, pero una cadena de electrodomésticos te regala el veinticinco por ciento del importe de la tele LCD o plasma que te compres si la roja alcanza cuartos. La vida luego te descabalga de los vicios a pedradas y la que viene zumbando por el aire tiene forma de eliminación precoz. Nada nuevo bajo el redondo sol del balompié ibérico. Las gestas futboleras tienen escaso fuste entre los nigromantes: por eso se atreven a tirar la casa encantada por la ventana y prometen el maná en forma de pantallas a la moda. Saben que luego llega la realidad con su pandora de infamias. La última fechoría de la realidad es que se acabe la Liga, aunque este verano viene untado de épica deportiva entre Eurocopa y Olimpiadas. Esta incontinencia conviene al distraimiento popular. Nada conviene más al contento de un país que este pan y circo mediático en donde el ser humano se prueba a sí mismo a mayor gloria de la caja recaudadora y del libro Guinness de los records.
La nigromancia es una empresa de rancio arraigo en España porque matrimonia la natural devoción hispana por lo pícaro y el hábito de creer en lo que sea siempre que esa fe nos entretenga en vida. Da igual que sean hadas, santos o goles de Fernando Torres: hay que creer en algo. La realidad es tan precaria y está tan azuzada por la desdicha que precisamos del concurso inefable de lo etéreo para que la satisfacción sea plena. En la oferta de lo metafísico cabe la derecha del Padre, el descanso eterno, la misa de doce y la secreta esperanza de que la selección española nos alegre junio. Todo exhibe su pedernal atavismo, pero igual a algunos les sale más barata la tele. De eso, al cabo, se trata.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Je je, malos tiempos para los profetas como tengan que enfrentarse a los gadgets de última generación, Emilio. Yo me quedo con la eurocopa aún así. La Olimpiada me da grima. ¿A ti te da también todo este follón chino ?
Jesús

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.