Hace ya muchos años que unos amigos de aquí y de allá hacemos un cuento navideño y uno de ellos lo cuelga en su blog. Nada del otro mundo hacer cuentos navideños y, mucho menos, colgarlos en un blog. Lo maravilloso es la constancia, la fidelidad, la sensación de que existe un vínculo que no se rompe, aunque alguien falle y las circunstancias lo fuercen y no pueda escribir el suyo. Los de este año son diferentes. Tienen un arrimo de pesadumbre, eso veo yo. También de esperanza. La vida misma. Siguen siendo emocionantes. Los he leído con la devoción de quien ejecuta una especie de rito. Los protocolos, a pesar de la mala prensa que tienen, son hermosos. Les invito a que pasen al blog de mi amigo y echen un rato de lectura. No podemos romper la coraza que nos impide tocarnos (eso ha escrito José Antonio en su siempre estupendo prólogo) pero sí podemos leernos. Uno, al leer, se transforma en quien escribió. Es esa magia. El año que viene habrá más. Gracias, Alex Herrera. Gracias, Marisa. Gracias también, Mycroft. Cliquen, por favor.
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