26.11.20

Pandemia y disciplina

 Es la disciplina la que nos salvará, aunque la ciencia contribuya a que se aminore la espera. Disciplina y sacrificio, respeto y paciencia. Sin embargo, se constata que en nuestra voluntad, la adquirida por la educación que hayamos recibido, no abunda esa disciplina, ese obediencia a un bien mayor conducida con premiosidad, pero eficaz, a poco que se piense. La censuramos porque no es grata o porque implica renuncias que no estamos dispuestos a tener. No sabremos con certeza si esa medicina dará resultado, pero su ausencia sólo acentúa la enfermedad o retrasa su cese. El escrutinio de esa impaciencia ofrece, mientras tanto, bajas irrecuperables y cunde la idea de nuestro fracaso como sociedad, ahora que se la ha puesto a prueba y debe responder com entereza y con esperanza. A la fe no se le puede arrogar la facultad de la cura: ahí carece de eficacia, no es ése su campo de trabajo.

Es el desempeño personal de cada uno (la capacidad de abnegación, el peso de la responsabilidad) el que rubricará la victoria en esta pandemia. No se tienen evidencias de que esas nobles intenciones consigan un resultado feliz, ni que la disciplina, el sacrificio o la paciencia surtan el anhelado efecto sanador, pero lo que no es admisible es el egoísmo o la ciega creencia de que este caos está en manos de otros, no las nuestras. Estamos ciegos y sordos y ni siquiera tenemos conciencia de que estemos ciegos y estemos sordos. Se nos da mejor el riesgo, ese veneno. Están más inculcadas en nuestra idiosincrasia la apatía y la despreocupación. Dan igual los muertos: son de otros. Incluso los allegados nos incumben sin la fatalidad prevista. La mejor vacuna es el sentido común y es posible que no haya tiempo de que sepamos usar esa herramienta una vez que decidimos manejarla. La disciplina es la más cara de las medicinas. No la fabrica ningún laboratorio. Se aprende en casa, en la escuela, en la calle, en cualquier lugar en donde uno decida pensar en los demás y deje de buscar únicamente su propio beneficio. Y no son buenas fechas las muy festivas que se acercan. La cuesta de enero podría ser inabordable.

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