21.11.20

Gabinete de curiosidades / El vino de las palabras


 

Las palabras compiten en ebriedad con el vino. Hay un vicio en eso, una constancia que se aprecia en la fluidez de esas palabras o en la inercia del vino. Se escribe para que nos concierna el mundo. El acto de registrar esa revelación no siempre es sobrio y da la mansedumbre que desde afuera se le concede tal vez con ligereza o ignorancia. Escribir es duro. Hay ocasiones en que se desearía no haber caído en esa costumbre y aliviarse (es el consuelo un ingrediente de los administrados) con otras herramientas.
Jorge L. Penabade
trasciende lo cotidiano, eso hacen los diaristas, escisión privada y luego pública del escritor. No todos se afilian a ese género, el de los diarios: requiere paciencia y también una sensibilidad de mayor amplitud que la estipulada para otros menesteres literarios.
Gabinete de curiosidades, el ambicioso y muy disfrutable retablo de varia lección, es una colección completa de las vicisitudes y de las afecciones del alma humana, lo cual da al escritor una línea estilística y compositiva de rango abierto, muy dispar y aleatoria, que recaba material de cualquier manifestación de lo real y lo tamiza con el alambique de un esforzado y atento entomólogo, reparando en detalles inadvertidos y en evidencias tangibles, sin flaquear en el pulso, arrogándose la función primera de la literatura, que es contar o, a la vista del resultado, contarse y explicarse la arbitraria y maravillosa complejidad de la vida. No es poco. Labor de orfebre meticuloso.
Tiene el arrimo de la cultura todo este volcado festivo. Luce con vigor el conocimiento, pero se ofrece sin pedantería, logro primero de la obra. Agradece uno la extraordinaria erudición, los nombres y las ideas de decenas de autores que colaboran en la restitución de todo esa remisión de emociones. Porque este gabinete es ante todo sentimental. Es la idea que perdura una vez se ha leído el libro y rumia a su antojadizo capricho las cosas aprendidas y las sentidas. Unas y otras expuestas en aparente desorden, pero guiadas secretamente por un vector reconocible. Entonces se manifiesta la metafísica y el cine y la literatura y la conversación de la trama de la existencia, tan extraña a veces.
Ahora a lo que me dedico es a retomarlo a instancias del puro azar: no releo página a página sino que abro sin gobierno las páginas y me dedico a explorar (ese verbo es conveniente) fragmentos aleatorios, trozos no asumidos, pequeños prodigios de bazar goloso en un paseo dominical a la luz de sol de la mañana. Se abre entonces una lectura nueva: es lo deseable en cualquier obra. Cae uno en la cuenta de que los diarios son artilugios de una intimidad compartida. Eso lo hubiese querido escribir yo, pienso a ratos. Esa idea la he pensado y no he sabido manifestarla. La gratitud es enorme. No sólo por la elocuencia de las ideas (es un libro de ideas, miles de ellas) sino por el esmero en su registro lingüístico.
Escribe muy bien Jorge L. Penabade. El habito da destreza. Alquimia y poesía. Deslumbramiento y recogimiento. Belleza y perplejidad. Más o menos los ingredientes de esa vida que azarosa y prodigiosamente nos concierne y de la que en ocasiones no tenemos asidero fiable. Gabinete de curiosidades reluce con humilde vocación de servicio. También esa es una de las funciones de la literatura, la de concebir un bosque tupido de sombra y de confort. Se está bien dentro, agrada volver. Dentro hay colmo de amor a la vida y deseo de que nos fascine y hagamos del mundo un lugar mejor y más hermoso. Luego está el Jorge amigo. Ya le he contado lo feliz que fui cuando me entregó su libro y me erigí su único lector. Como si fuese a mí a quien iba destinado. Ese milagro sin interrupción. El vino de las palabras.

1 comentario:

eli mendez dijo...

que lindo encontrarse con ese tipo de lecturas. No conozco el libro pero se que ese autor tienen otras obras.
Eso de volver a leer y quedarnos suspendidos en paginas que ya hemos analizado antes, es un placer y nos hace enfocarnos desde otros lugares y perspectivas.. Un abrazo y bonito inicio de semana

Neil Young es un planeta

 Hay canciones de Neil Young que duran nueve minutos cuando podrían durar para siempre. Lo que sorprende es que haya un motivo que conmine a...