Estoy convencido de que la política no alcanza el rango moral que se le exige. Lo lamentable es que los honestos que anden en ella o los que accedan en el futuro no podrán zafarse de esa herencia infame y dedicarán parte de su horario de trabajo a limpiar lo que otros enfangaron. Anoche, viendo a Arias Cañete y a Valenciano en el debate televisivo, pensé en lo difícil que es el oficio de la política y me impuse la tarea de mirarlos a ambos con condescendencia, un poco como si no tuviesen a sus espaldas los desaguisados que han cometido sus compañeros de filas o los que cometen. Los escuchaba ir y venir de sus asuntos a los míos, pero sin que en ningún momento yo percibiese voluntad de ofrecer una información objetiva, que no se quedase en descalificar la del oponente, que no cayese en la manifestación de los desfalcos y atropellos ajenos. No viniendo aquí al caso a qué bando se inclina mi voto, razoné que ninguno de los dos se lo merecía. Quizá lo que falle sea el formato o sea la formación que todo político, por serlo, lleva en vena y de la que yo, no siéndolo, carezco. Los políticos deben ser buenos polemistas; deben saber llevar la oveja a su redil, si se descarría; deben suscitar la idea de que un buen debate electoral es, en esencia, un espectáculo, una fiesta de la democracia, una celebración absoluta del lenguaje o de las ideas o de la posibilidad de que todos aprendamos algo. Dicen que afuera hay políticos de este tallaje, pero aquí no he visto yo a muchos. Anoche Valenciano demostró tener soltura ante las cámaras y Cañete, no. Anoche Valenciano se dio cuenta de que el hecho de ser mujer, una echada hacia adelante, intimidaba a su contrincante, que se achantaba cuando la mujer a la que se enfrentaba se ponía levantisca y contaba el origen de la derecha y el peligro de que España se despeñe más si continúan estos en la poltrona. Y eso es un lastre en unas elecciones de este tipo, tan paritarias. Podíamos haber quitado el sonido del televisor y percibido un mensaje también. El cuerpo va por un lado y las palabras van por otro. Como si ambos hubiesen armado bien el debate, pero hubiesen descuidado (o sus asesores les hubiesen descuidado) la parte gestual, la de los impulsos, la que el pueblo llano, el que no está al tanto de la alta política, percibe primero. Y ahí el candidato del PP hizo aguas, se hundió, acabó desplomado en el fondo. Tampoco es que la del PSOE flotara tan ricamente. Digamos que las aguas se llevaron a los dos. Y aquí estamos los demás, esperando que llegue la oportunidad de que podamos elegir a buenos nadadores. Ni siquiera se caían bien. Eso podría haber estado bien. Que se respetaran y levantaran todo el discurso desde ese respeto.
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3 comentarios:
Comparto tono, forma y contenido, my friend. Especialmente lo último que apuntas: el respeto hubiera ayudado a empatizar al menos. En fin, malos comunicadores, mal formato. Mediocridad, en definitiva.
Defraudan, pero hay veces en que uno desearía fortalecerse vièndolos. No recuerdo cuándo fue la última vez, si la hubo. Mediocres, sí.
Qué perdida de tiempo anoche, y pensar que me llamaba laatención, por la mñana, estar pendiente, sentarme y verlo, pero no valen, ninguno vale. Será mejor apagar la tele. Y no votar, por supuesto.
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