Se me desaliñan las ideas y se afinan los sentimientos. Vengo notando que conforme crezco, en la medida en que la pedagogía de la vida me muestra su perfil salvaje, el lado oscuro, todo eso que nos mengüa y con lo que vivimos día a día, gano en emociones y pierdo en ideas. El mundo de las ideas me llena menos que el otro, el de las caricias y el de los abrazos, el de las palabras acunadas con mimo y ofrecidas con ternura y con afecto a quien las oye. Crezco y desaparezco. Entro en el vértigo y en la fiebre de irme viviendo y reconozco lo que gano y lo que pierdo. Advierto que disfruto con lo ajeno más que nunca y que me da pereza lo propio en la misma medida. Necesito otra vida para terminar las empresas que he formulado en ésta. Necesitaría otra más y así, en ese plan, me veo comulgando con la inmortalidad del alma y con las tentaciones de la fe. En ese hilo de la historia, en la fe como brújula, tengo certezas y tengo dudas. Como cualquiera. Lo que me sucede es que las certezas crecen con más armonía que las dudas. Me pasa que me siento cada día, cómo decirlo, más cerca de lo pagano que de lo ortodoxo. Viviendo mi paganismo con ahínco, aspirando sus olores, bebiendo sus elixires, tocando su piel suave y cómplice, he descubierto placeres indescriptibles. Soy feliz en mi descreimiento, pero en ocasiones, cuando uno menos lo espera, se divisa en el yo profundo un desgarro teológico, una especie de cataclismo a nivel metafísico que me pide invitar a Dios y tenerlo frente a frente y decirnos cara a cara cómo nos ha ido en los últimos cuarenta y pico años. Como no va a ser posible, desgraciadamente no es posible ni siquiera para los creídos, para quienes viven en el ardor de las creencias y sostienen que hay otra vida, la conversación se aplaza infinitamente, se queda en un exabrupto de activista mental. Termina el año, este 2.010 un poco cambalache, como dice mi amigo Pedro, un poco cabrón de lunes a domingo, tocado por la toxina de la desgracia en lo económico y asfixiando a mucha gente; termina y hasta está bien que así sea. No tengo ni idea si el 2.011 será mejor. Insisto en que últimamente me mueven las emociones, las palabras con los amigos, la cercanía perfecta de lo doméstico, los poemas de Gil de Biedma y la música de Bill Evans. Sé, no obstante, que no está mal dejar que nos invada la esperanza. En la esperanza, en su líquido amniótico espiritual, está la vida. En el asombro, en su lujuria, está la vida. Vivimos entre distintos, pero somos todos afortunadamente iguales. Sentimos los mismos quebrantos, dormimos con las mismas ilusiones y morimos en la misma incertidumbre. La eternidad es hoy. Este jueves extraño de mañana hogareña sin propósito. Una mañana de esas en las que uno hace practicamente nada. Y la cabeza, la de las palabras, la que no se siente ya tan cómoda en el quejumbroso mundo de las ideas, rumia su desencanto, escala como lagartija promiscua las horas del día y llega a la feliz conclusión de que vivir es una festividad siempre. Estemos en Navidad o a mitad de agosto. Puestos a pensar, después de la gente que echa uno en falta en estos días y en lo triste que es el dolor cuando lo ves cara a cara, prefiero agosto. Me gusta agosto. Afuera hace frío. En la televisión, de fondo, en la otra habitación, alguien da unas recetas de solomillo marinado con no sé qué. Tengo hambre. Abro una lata de cerveza holandesa. Brindo yo solo a la salud de quien me entienda. Cierro este blog hasta el año venidero. Agradezco de corazón, sí, el corazón de las palabras, el que está huerfanito de ideas, el que no tiene certezas, el que descree de la derecha del padre y de la misa de doce, el que ama a su gente y pide a gritos que lo amen también, ése, no otro, pues agradezco de corazón a todo la gente que ha entrado en este rinconcito humilde de escritorcillo digital. Les agradezco ese esfuerzo. Hay mucho que hacer y mucho que nos hagan para perder el tiempo (no creo que sea tanto pero tampoco esto es un jardín ni suenan violínes al abrir la página) metido en este microcosmos personal. El mío. Sorbo de birra. Buenos días. Buen año. No ha sido, en el fondo, malo del todo.
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3 comentarios:
Un gracias, ya está.
A veces pienso que la vida es una espiral infinita en la que se van repitiendo días, noches, estaciones,... Y nosotros, acumulando sensaciones y vivencias, volvemos a pasar por las mismas situaciones, pero con la ventaja de la experiencia acumulada.
El número, 2010, 2011,... es un mero acuerdo, una conveniencia.
Lo que importa es ir subiendo la espiral felizmente, acompañado de seres que quieren compartir contigo y a los que tú puedes demostrar también cariño.
Y tú, amigo Emilio, desde este rincón, nos haces partícipes de tu vida, y nos permites que también nosotros nos asomemos a tu ventana para compartir.
Un abrazo.
Gracias.
Gracias, Buzzie, a ti.
Sólo es nuestro lo que perdimos. Es de Borges. Tuvimos la experiencia, pero perdimos el significado. Es de Eliot. Si naciste pa' martillo, del cielo te caen los clavos. Es de Pedro Navaja. Versión Orquesta Platería.
Gracias a ti, amigo Pedro, por dejarte caer por este rinconcito mío. Soy feliz por eso.
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