5.12.10

El amor no está en el aire



España ha estado siempre en estado de alarma. El de ahora, éste que ha rubricado el Rey en la Pampa y que ha elevado a apocalíptico el ministro Rubalcaba, es una extensión del otro, una derivación cibernética. Como una especie de virus que se ha salido del disco duro y ha afectado a la mesa camilla de mi casa y de la tuya. Estamos en estado de alarma porque no podemos estar en otro estado. Se está en estado de alarma cuando el pueblo fatiga las calles y arrambla con lo puede. España es un aeropuerto enorme cuyos controladores están jugando al scrabble o leyendo el as o mirando el cielo. A España se la ha convertido (dicho así de impersonalmente) en un caos aeroportuario del tamaño de un país. Vuelan aviones que no tienen donde aterrizar y faltan aviones para que vuelen espacios vacíos. Hay aeropuertos con colas enormes y poco personal que las atienda y hay aeropuertos con muchísimo personal y colas exiguas. España es un caos o va a ser un caos. Rubalcaba tendría que salir a dar un rueda de prensa para informar al personal civil sobre el alcance verdadero del caos. O dar soluciones razonables o dejar que otros las den. Lo que hemos visto en televisión ha sido la representación exacta del estado de ánimo de un país. Y al final, como si estuviéramos en la Edad Media o en los viejos tiempos de la Dictadura, han sido las milicias las que han puesto en cintura a los sublevados, a los que han cometido la fechoría de poner a temblar al gobierno y han convertido al pueblo en rehén de un asunto minoritario, por buenas razones que sostengan cuando les toque a los controladores pasar por el banquillo de los acusados y verle la cara al Juez. Tantos años de democracia parlamentaria para terminar acudiendo al instrumento primario. Tantos años de sindicalismo para terminar sofocando el incendio en plan marcial.
Reagan, el actor, tuve un escenario parecido a éste y no se anduvo con chiquitas: igual pensó que un guionista de Hollywood daría ese final y ganaría el favor del público y el de la caja registradora así que despidió a once mil controladores, metió a personal militar y montó cursillos en plan masivo para que los controladores interinos encontraran el trabajo de su vida. Sí, señor, así trabaja el Estado. A la calle si no quieren trabajar, a su casa a pensar en el mal que han causado. Y conste que les advertimos. Que el que avisa. Y en ese plan didáctico.
Yo de todo esta historia me quedo con el padre en la terminal y Disneyland en París sin su hijo por allí dándole la mano a Mickey y mirando a los ojos a Pocahontas. Se puede ser más estricto y contar historias de más peso lacrimógeno, pero a mí, que ando últimamente de un sensible decimonónico, me ha calado ésta de padre sin avión y niño sin Disney. Qué quieren que les cuente. Igual mañana releo el texto (no releo los posts de este Espejo, pero siempre hay un día) y le quito un par de líneas y le pongo otras. Esta noche estoy sentimental.
Más: El propio término usado en la rueda de prensa ya pone al espectador en faena semántica: los controladores han sido militarizados. Y lo que controlaban no era el espacio aéreo, era otra cosa que todavía no he sabido definir con pulcritud. Desmontado el guiragay, puestos otra vez a mirar pantallas, tendremos cola judicial durante días. Se venderán periódicos. El Gobierno, azotado por otro caos, saldrá a contarnos lo estupendamente que lo hizo y lo firmes que se pueden llegar a poner cuando algún colectivo les provoca. Me pregunto qué pasaría si tuvieran esa firmeza y esa vocación gestora en asuntos de un calado más popular, en fin, qué sé yo, el paro, esta especie de caída libre en la que estamos. Me acuesto a oír el parte de la una.
Mañana es lunes. Y no hay ningún partido estupendo a las nueve de la noche en televisión. Nos dieron una golosina para entretener el comienzo de semana y ahora van y nos la quitan. Hacen con nosotros lo que quieren. Lo decía un amigo mío. Hace que no lo veo. Tendrá que estar indignado con este despropósito casi novelado.

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2 comentarios:

alex dijo...

Todo cuanto ha ocurrido ha servido para realizar un retrato certero del país en que vivímos. Controladores acogotados de trabajo, mal influenciados y acostumbrados y pésimamente asesorados que decidieron envidar en el peor momento y sin la red de seguridad que les habría legitimado. Un gobierno con ínfulas mafiosas que pretende imponer la ley del oeste yankee en un país con desiertos almerienses. Politiqueo vomitivo que ha puesto en guardia a los que pretenden postularse y una prensa siempre al servicio de su amo que en su repugnante servicio al ciudadano ha terminado por representar farsas que dejarían esa de Disneyland que citas como el más bizarro vídeo gore. Al final será lo de siempre. No importa cúal sea el resultado de la pantomima. Al final los que pierdan no tendrán derecho a revancha.

Emilio Calvo de Mora dijo...

En estado casi permanente de alarma. Lo dicho. Se está como por inercia. Se está por inclinación natural de la patria. Como si fuese una nave que se escora por un flanco. La prenesa está encantada con Mou y con los controladores. Falta que venga otra vez el aturdible Papa.

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.