28.12.10

Fondo de cultura doméstica


Hay matrimonios convencionales que guardan las facturas y los recibos en un archivador beige o azul o rojo que depositan en una estantería no excesivamente alta, junto a las obras completas de Tolstoi o de Benito Pérez Galdós y los álbumes de fotos. Cuando el archivador está reventón y amenaza con derramarse en números, ella escribe en una hojita "archivador" y prepara una salida al centro a comprar otro. La operación se repite, invariablemente, cada cierto número de años. Hay visitas de sensibilidad tan fina que advierten que la historia de la familia no reside en los álbumes de fotos. Ni siquiera en los gestos o en la forma en que los reciben. Tampoco en cómo se cogen las manos o con qué amorosa ternura se hablan. La historia familiar está en los archivadores. Salvo excepciones, familias con un sótano espacioso o familias con escaso sentido de la disciplina en materia financiera, los archivadores fagocitan la obra entera de Tolstoi o de Benito Pérez Galdós que es, como intuye el amable lector, ingente. La literatura es la que siempre pierde en estos casos.

5 comentarios:

Ramón Besonías dijo...

Esta Noche Buena, tras cenar, desempolvamos de nuevo los álbumes familiares. Confirmamos el paso del tiempo, la felicidad pasada, los que se fueron pero siguen in memoriam, en la eternidad de una fotografía; entre sonrisas, risas y algún silencio revelador del abismo que nos separa con el pasado, hicimos repaso de momentos y detalles. Después, cerramos el álbum y seguimo con lo nuestro. Un polvorón, una copa más y a meternos con el abuelo.

Buen día, amigo.

Pedrodel dijo...

Y da gracias a que, en verdad, eran libros, con páginas y letras. Que yo he conocido cajas vacías con lomos de libros en una de sus caras llenando las estanterías del mueble bar.
No sé que iban a almorzar allí estos archivadores.
Saludos cordiales.

Alejandro Martín dijo...

Hay casas vacías que no tienen ni libros, eso es lo más triste. Una casa que no tenga un puñetero libro es un indicio de muchas cosas. He visto desgraciadamente muchas. En la mía hay pocos para lo que quisiera, pero insisto y hago que mis hijos valoren los libros en lo que puedo.
Enhorabuena por la página, gracias por los ratos buenos de este año, en que la conocí allá a principios de verano, y a seguir dándole al genio.
Feliz 2011, me sumo.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Somos lo que perdimos, escribió Borges. Somos lo que anhelamos. No existe el presente, Ramón.

Yo he visto barrabasadas de juzgado de guardia. Juzgado de guardia ético, por lo menos. Eso que dices, Pedro: libros con su plástico. Premios Planeta completos, perfectos, sin que ninguna hoja haya sido violentada. Tenía un amigo que compraba poesía porque sentía la obligación de poseerla. Como una especie de esclavitud intelectual. Poesía, por cojones, con perdón. Y escuchaba jazz sin que le gustara. Y ópera. Y bebía cerveza sin que le gustara tampoco. Almas envueltas en plástico. Pervertidas, en el fondo. Impuras. Bastardas.

Respeto a quien no tenga libros. No tanto al que, teniéndolos, los ningunea, los ignora, los considera adorno. Esos me dan una tristeza enorme, Alejandro.

Juan dijo...

Yo tengo más de los que puedo leer, pero están ahí, a mi disposición. Hoy he empezado otra vez Moby Dick, en parte movido por un post tuyo que leí hace unos días. Anoche releí cuentos de Chejov. Están ahi para que yo los disfrute. Sin plástico, eh? Saludos y feliz añoa a todos los lectores de Emilio, que son muchos, y yo que me alegro.

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.