No tengo en casa ni un solo libro de Biomecánica y es posible que no lo tenga en la vida. Tampoco hay ninguno de Fisiología. De épica hay cientos. Uno puede encontrarla en gestas diminutas que no levantan pasiones en los titulares y que pasan desapercibidas para el público. Yo creo que Usain Bolt no corre para la grada: lo hace porque no sabe hacer otra cosa mejor que ésta. Hemingway, del que ahora leo cuentos, no valdría para un bufete de abogados. Insisto en el hilo técnico: un abogado no escribiría como Hemingway. Así que la proeza de anoche en Berlín es, en el fondo, la venganza de la Historia: uno, a cuenta de las historias que no le han contado pero que ha leído con interés, entrevé la figura de Hitler y la sombra veloz de Jesse Owens. Y la locura continúa décadas después: el negro derrota a todos los blancos. Es más: no había anoche en Berlín un solo blanco en los tacos. Negritud y músculo libre, la derrota de los límites previstos en la biomecánica. Que otros glosen la naturaleza mítica de esa rebaja del crono: yo no tengo argumentos con los que ocupar los renglones. Me quedo con la plástica y con esa certidumbre de que el hombre es un ser sublime, privilegiado, que se crece a capricho de la terquedad de su empeño y que mejora con el tiempo, cosa que a la vista de cómo vamos tirando pudiera parecer una tomadura de pelo. El Jueves toca final de 200 metros. No se la pierdan: por la épica, por darle al Führer un corte de mangas étnico.
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2 comentarios:
Estoy tan de acuerdo que sólo me queda decir AMEN.
Besos.
Para ti.
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