19.10.19

Camino a la perdición



Hay fotogramas de los que se puede extraer la entera historia del cine. Son la evidencia de que la literatura es lo único a lo que uno puede aferrarse cuando todo lo demás se derrumba. Incluso no hace falta que se la busque cuando lo que nos rodea se viene abajo: está ahí cuando la alegría nos desborda. De hecho la literatura es en sí misma una extensión de la alegría o es la alegría misma. Una evidencia más: el cine negro es el género que contiene todos los demás géneros. No hay sentimiento humano que no albergue. El fotograma (Camino a la perdición, Road to Perdition, Sam Mendes, 2002) es una invitación a escribir. De ahí sale una novela. Sólo hace falta fijarse, prestar atención. Escribir, en ocasiones, es una cuestión de fe en la elocuencia de las imágenes. Hay que creer en ellas, hay que pensar la mirada. De momento busco el DVD y me la pongo para cerrar el viernes. La vi hace en el año en que se estrenó y no he vuelto a ella. Ya se ha perdido el argumento (algo dura aún), pero se mantienen los matices, la sensación de que todavía puede contarme algo más. Siempre está uno a la espera de que una historia, por más conocida que sea, no haya sido contada del todo. También es eso la literatura: la divulgación de un secreto y, sin embargo, la convicción de que apenas sabemos algo, que lo verdaderamente importante está detrás, ahí al fondo, en la acera borrada por la lluvia.

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