24.4.19

En campaña



Declino la oferta electoral, la repruebo, no me siento representado, ninguna cabeza de cartel tiene cabeza ni atisbo en lo que dice ningún cartel, no me considero a salvo, ni hay en todos esos discursos televisados garantía de que la falta de educación que exhiben vaya a ser retirada cuando las urnas les den las carteras y los sillones. Dicen lo que un opositor cuando se la juega en un examen. Fingen la vocación, se ve a las claras, se constata a poco que uno afina la atención el desajuste entre lo que manifiestan y lo que se desprende de su trabajo. No coinciden. Si no tuviéramos memoria, seríamos felices, seriemos crédulos, pero a la vez que uno escucha, rumia lo sabido, pone frente a los discursos de estos días la labranza de todos los otros días, todos los que se malograron y todas las cosas que no se acometieron, bien por ineficacia o por pereza, bien por desinterés o por chulería. Estamos a expensas de cuatro (cinco, a fuer de precisos) experimentados oradores (iba a escribir charlatanes) que se ganan la soldada hilando oraciones complejas, repitiendo mecánicamente consignas de partido, eslóganes de los creativos que tienen a sueldo. El desafecto gana estos días: estaba larvado, oculto, hibernado, pero irrumpe cuando se ponen en campaña y alardean de la bondad de su causa y de la males de la ajena. Hacen eso. Deberían prohibir que un partido cite a otro. Que no lo nombre. Ahí estarían en el elemento idóneo, el de la proclama de sus aspiraciones para que tengamos paz y bienestar y no ándenos tan enojados (iba a escribir encabronados) cuando abren la boca y recitan el cuento de la lechera o el del lobo o el de la criada. Por mucho que desista uno, por más que no se vea representado, no se quedará en casa, irá a votar, expresará su opinión, la que más le cuadre aunque ninguna tenga la cobertura completa. No hay ninguno que me lleve donde quiero, pero alguno deja más cerca que otros. Tampoco podemos confiar en que unos cuantos minutos de iluminada retórica (la de anoche y la anterior en televisión) nos fidelice o nos haga de pronto adeptos, súbitamente convencidos. La convicción es diaria, se sustenta en el transcurrir de los días, en el depósito de las esperanzas y en cómo se cumplen, se aplazan o sencillamente se eluden, por inalcanzables, por utópicas.

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