El problema principal es que no se lee. De ahí, de esa evidencia fundacional, provienen casi todos las demás. Al no leer, no se avanza. España es un país que lee muy poco. España es un país en donde la cultura ha sido siempre una cosa de gente rara. Hay una idea mamada desde muy abajo de que lo culto está reñido con lo práctico, con lo que se saca a diario a la calle para ganarse el pan con el sudor de la frente. Qué daño ha hecho ese refrán. Debería ganarnos el pan con el trabajo de las neuronas en la cabeza, pero a eso no se le ha inventado un refrán. Uno bueno, de los de contar en el bar, mientras despachamos una cerveza a mediodía o con el que hacer ver a los hijos lo dura que es la vida y lo caro que es todo.
Lo de leer mal (como el otro día un intelectual de las letras decía en una entrevista radiofónica) no es consignable en este argumentario. Carece de importancia que alguien se siente y se meta Kierkeegaard o Mishima o el teatro breve de los Álvarez Quintero. Recuerdo abuelos de otra época leyendo en los parques novelitas de Marcial Lafuente Estefanía o de Clark Carrados o de Joseph Berna. El hecho de leer es lo que hace que los pueblos se entiendan y conquisten el futuro. Esta semana se cumplen cincuenta años del nacimiento de la colección de libros de bolsillo de Alianza Editorial. También yo cumplo cincuenta. Es curioso que mi iniciación lectora verdadera (la que me deslumbró, la que me hizo sentirme integrado en el mundo) provenga de estos libros. Se han publicado más de dos mil (según leo hoy en prensa) de estos libros de bolsillo. Ahora (ay) los libros de bolsillo van en epub o en mobi. Son otros tiempos. No hay abuelos en los parques que lean novelitas de cien páginas. O los hay y soy yo el que no los percibe, no sé. Ahí descubrí Rayuela, El Aleph, El guardián entre el centeno, La isla del tesoro, la poesía de Benedetti, Así habló Zaratustra y hasta el Necronomicón.
Lo de leer mal (como el otro día un intelectual de las letras decía en una entrevista radiofónica) no es consignable en este argumentario. Carece de importancia que alguien se siente y se meta Kierkeegaard o Mishima o el teatro breve de los Álvarez Quintero. Recuerdo abuelos de otra época leyendo en los parques novelitas de Marcial Lafuente Estefanía o de Clark Carrados o de Joseph Berna. El hecho de leer es lo que hace que los pueblos se entiendan y conquisten el futuro. Esta semana se cumplen cincuenta años del nacimiento de la colección de libros de bolsillo de Alianza Editorial. También yo cumplo cincuenta. Es curioso que mi iniciación lectora verdadera (la que me deslumbró, la que me hizo sentirme integrado en el mundo) provenga de estos libros. Se han publicado más de dos mil (según leo hoy en prensa) de estos libros de bolsillo. Ahora (ay) los libros de bolsillo van en epub o en mobi. Son otros tiempos. No hay abuelos en los parques que lean novelitas de cien páginas. O los hay y soy yo el que no los percibe, no sé. Ahí descubrí Rayuela, El Aleph, El guardián entre el centeno, La isla del tesoro, la poesía de Benedetti, Así habló Zaratustra y hasta el Necronomicón.
1 comentario:
Sobre todo, estimado amigo, ¡felicidades por tu medio siglo! Ay, yo no lo llevo muy bien y eso que tengo dos más que tú. Y, respecto a lo que no se lee, no te dejes engañar. La literatura, la lectura, siempre ha sido de minorítas. Es ahora cuando se habla en grandes términos comerciales. Lo decía Alberto Manguel: "Las campañas de lecturas son hipócritas. Cualquier gobierno prefiere un pueblo estúpido a uno inteligente." Pues eso, que nada sustancial ha cambiado desde Homero o Platón hasta hoy, pasando por Goethe o Kafka. Sigue habiendo gente que se sienta a escribir y gente que se sienta a leer. Ninguna forma represiva ha podido impedirlo, ninguna quema de libros ha sido capaz de interrumpir este ciclo. Y, respecto a ese libro que encabeza tu texto, puedo decir que siempre me impresionó Las ratas del cementerio, del olvidado y magnífico Henry Kuttner. Ese relato se lo di a leer a mi hijo de crio y creo que desde entonces no duerme muy bien, pensando en esas ratas que se ceban de los enterrados. Ay, ¿quién conoce al maravilloso Algernon Blackwood? ¿A Machen? ¿A Ashton Smith? ¿A Bierce? ¿A Bloch? ¿A Derleth? ¿Qué importa? Tú y yo los seguimos leyendo, amigo, y seguimos cumpliendo años...
Fuerte, fuerte abrazo.
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