Soy un fardo gordo con los pulmones grandes y rotos, soy un guiñapo, soy un hombre drogado, convencido de que solo la química podrá liberarme. La tos me aturde, me empobrece y me anula. En ocasiones me expreso a través de la tos. Digo cosas según cómo toso. No sé si alguien ha estudiado estos asuntos, pero hay un filón filológico. Son buenos tiempos para la semiótica del asma. Adentro, a ras de pulmón, soy un pobre hombre, el más pobre de los hombres. Habrá quien padezca un dolor más trascendente, quien se duela de verdad, pero cada uno escribe de lo suyo y a veces, cuando se está sensible, se escribe sobre los demás, sobre los parias del mundo, los que esperan el paraíso y no tienen a nadie a mano que les informe de que el paraíso no existe o de que está a medio hacer, como el cielo, como las palabras que se dicen con amor, pero que nacen ya huecas o nacen muertas. Tengo la escritura enferme y la sangre engañada. Me disponga a librar una batalla más con la noche que se va acercando. No vale la poesía, no valen las metáforas. Está la tos y el ojo, un cómplice bastardo, pidiendo a gritos que me lo saque de un tajo. Porque tengo el ojo muerto, aunque vea a trozos y me salga un poco lastimoso el texto. Es culpa del ojo o es culpa del pulmón, no mía. El aire es un hacker que me está formateando. Aprecio el borrado conforme va creciendo el volumen de la tos. A veces una tos fuerte significa la supresión de un órgano entero. Si una tos fuerte se acopla con otra lo que noto es que me duelen las piernas. Me pregunto qué tendrá ver mi pecho con mis piernas, pero el cuerpo es un artefacto extraño. Uno quisiera administrarlo más fieramente, que sepa quién manda. No va por ahí la cosa. No sé por dónde va, pero no es mío el cuerpo en el que me oculto. No lo es incluso cuando no toso o no me duele la cabeza después de haber estado tosiendo una hora entera. Una vez escribí que el bang debió ser la primera tos de Dios. Hoy entiendo un poco más lo que escribí entonces. Yo soy una especie de dios caprichoso y rudimentario, de poco afecto por la obra creada, juguetón y un poco bastardo, que se cree que todo el monte es salmo cuando, de pronto, le sobreviene el peso de esta inutilidad de pólenes. Porque son unos bichos cabrones los que se han adueñado de mi metro ochenta largos y mis ciento cinco kilos. Hay vidas peores que la que estraga la enfermedad. Solo tengo que caer en la cuenta de que saldré indemne. Volveré a encender un chesterfield en las terrazas de mis bares favoritos, volveré a hilar uno con otro, sin prisa, departiendo de esto y de aquello, escuchando unos chistes, conversando sobre lo divino y lo humano, eso que tanto me gusta. Sí, ya lo sé definir bien: la tos es un fuego bastardo. Me van viniendo a la cabeza formas de definir el mal que padezco. Enfermo, soy más creativo. Lo sé desde que en casa, cuando pequeño, en la cama, convaleciente, leía todo lo que se me ponía a mano e inventaba en mi cabeza aventuras fantásticas que no me atrevía (ay) a registrar en palabras. Es posible que los escritores seamos enfermos. Sucede que cuando la fatalidad, en cualquiera de sus rostros, nos visita, sacamos el genio productivo, ponemos encima de la mesa el yo incendiario, el yo batallador, el que quiere dejar constancia de la importancia de estar vivo y de poder contarlo. Hay que contar las cosas, K. Hay que describir al fuego cabrón, al fuego bastardo, al fuego blasfemo. Lo tengo aquí ahora mismo, atravesado. Toso mientras busco en el teclado un punto de asimiento, un luz en la tormenta, un bosquejo de refugio cuando el teclado no ofrece refugios alguno. Escribo a vuelatecla. Toso y escribo y me llora el ojo izquierdo como si acabase de nacer el ojo y acabasen de nacer las lágrimas y ahí andasen, conociéndose, viendo qué tal fornican. No sé si la lata de cruzcampo que me acabo de abrir será el punto que detone la escritura total. Siempre fui de los que quiso apurar las cosas y llegar al lugar ese tras el cual el peligro no es un indicio sino un país entero, con sus banderas, con sus reyes y con sus putas. Me ha salido la palabra puta porque estoy de pastillas hasta los ojos, de verdad. Yo no quería, pero ya está puesta. He escrito puta y he escribo cabrón. Parece un texto impropio de alguien que anoche leía a Keats en la cama, antes de conciliar el sueño. Sabe uno adaptarase a todas las circunstancias. Lee a Keats, tose, se mete ventolín con mascarilla, ve un episodio de la cuarta temporada de The Walking Dead, cenará en breve pan integral con tomate y aceite y pulpo sin mucho protocolo, pulpo bueno. Los pulpos no tosen, los pulpos no leen a Keats, los pulpos solo dicen quién será el ganador de Brasil 2014. Tengo ganas de que empiece el fútbol veraniego. Mi mujer dice que nos va a salir el fútbol por las orejas. Primero por una, luego por la otra. Si sale por ambas es que está cerca el colapso neuronal y se ven balones firmados por Iniesta por todo el cielo, el cielo a medio hacer, K. Está el cielo a medio hacer, ya lo he dicho, y yo aquí, sin freno, como un kamikaze, sin saber a qué viene este explayarse sin cuartel, pero el ojo no para, el pulmón no para. Hablo de un pulmón por conveniencia estilística, pero son dos. Me voy al pulpo. Luego me iré a la cama y soñaré con bichos cabrones.
13.5.14
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Comparecencia de la gracia
Por mero ejercicio inútil tañe el aire el don de la sombra, cincela un eco en el tumulto de la sangre. Crees no dar con qué talar el aire ...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Celebrar la filosofía es festejar la propia vida y el gozo de cuestionarnos su existencia o gozo el de pensar los porqués que la sustenta...
6 comentarios:
Estás enfermo, pero adoro que enfermes y te pongas a escribir así. Un beso.
M.
Tú mereces una semiótica o dos, según tu peso, considerable. Que te pongas buenecito, como te gusta a ti decir. Un saludo sin pólenes.
Carmen
Eres un iluso si crees que puedes gobernar tu cuerpo, pero es seguro que estás habilitado para gobernar tus palabras, y tienes la administración absoluta. Me he reído y me he sentido reconfortado con mi propia alergia, que tiene aspectos parecidos a la tuya, incluyendo ojos y destrozo pulmonar. A lo mejor en verano creemos que todo fue una ilusión. De todas maneras, encantado de haber caido a esta página y de haberme sentido reconfortado por lo quehe leído.
Te seguiremos la pista.
Me encanta cuando escribes encabronado, aunque el motivo sea algo tan cabrón como el asma y la alergia. No, no rogaré que se prolongue la primavera para que sigas escribiendo así, pero te confieso que ganas me dan... Jajajaja. Cuídate. Besotes.
Nadie, y digo nadie, ha explicado mejor las consecuencias -mi yo- de la bronquitis que hoy padezco.
Toso.
Yo prefiero leer, sin más. Gracias de todos modos, M.
Merezco ventolín a saco. Gracias, CArmen.
Mi cuerpo no es mío, solo lo parece. Adolfo, a seguir cayendo por aquí. El encantado soy yo.
Encabronado se vive mejor, no me cabe la menor duda, amiga Isabel. Triste, se escribe mejor. Encabronado, la vida es un punchingball a la que aporrear. Aporreando, salen cosas curiosas, al menos. Yo sé que tú sabes por dónde voy. La alegría no sirve para la creatividad.
Pues mejor no saber y no padecer, Raúl, un abrazo
Publicar un comentario