Yo camino entre tinieblas y sombras de muerte: lo dice el Cardenal Ricard María Carles en unas reflexiones que La Razón le regala a título sentimental. Hace tiempo que las tinieblas me acompañan. Bien vistas, observadas con bisturí óptico, no son tan terribles. Lo de la muerte, que suena a tragedia, no me intimida. Hasta la fecha, ninguna de esas alarmas apocalípticas me han hecho pensar que estoy a tiempo de salvarme si abrazo la fe y me dejo que mi alma sea evangelizada. Estoy bien así. De hecho estoy estupendamente en este limbo de anarquía teológica en el que he convertido mi travesía por este mundo. Cuando me muera no iré al cielo, pero tampoco me aguarda ningún infierno. Me perderé en las sombras y procuraré dejar en los míos, en los que me quieren, algo de lo que sienta orgullosos. Poca cosa, no crean. No tiene mi vida aristas sublimes ni tiene mi trasiego diario nada que sobresalga. Quizá porque el azar no me obsequió con la fe. Ya lo ha dicho el Cardenal Carles: Emilio Calvo de Mora camina entre tinieblas y sombras de muerte. No lo ha dicho así, pero como si lo hubiera hecho. E insisto en lo contado: es un paseo de tan grato y lírico paisaje que me pregunto a diario en qué consistirá el otro, el que no veo, el que sucede afuera de mí, en la fe, en la creencia de un mundo a la derecha de un Padre, vivífico, divino y eterno. Me cansa en ocasiones este mundo como para firmar el ingreso en otro del que no tengo la certeza de que sea mucho mejor. Creo, como Borges, que la Religión es una rama de la Literatura Fantástica, pero siempre está el asombro abierto y cualquier día dejo las tinieblas en las que parece que ando y me sorprende la fe en medio del camino. No espero ese día. No entra en mis cálculos la reconversión. Se está muy bien en la disidencia. Como mi amigo Antonio Linares, me produce cierta urticaria mental perderme en estos devaneos místicos. Él lo expresa de otra manera, pero es que Antonio, al que quiero mucho, tiene un sentido del humor laico de cojones. Camino en tinieblas, pero no me impiden ser feliz. Estoy muy a gusto en la inopia moral, en ese territorio vago y perdido en el que uno no precisa de todos esos aditamentos celestiales. Cada día, escuchénme, màs, pero como dice mi amigo Rafa Roldán, siempre está uno a tiempo de involucrarse, de caer, de sentir ese abrazo, de mirar de frente la luz y sentirse parte de su cálido fluido.
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10 comentarios:
Qué bueno. Estoy contigo. Hasta el final.
Yo estoy conmigo. Al menos con lo que hay y con lo que sé y con lo que siento, Ana. Y me alarma, a veces, ser tan radical, ir tan a la contra, pero en eso estamos y lo que se anticipa es un camino ya conocido. Saluditos.
¿Tú caminas entre tinieblas, Ana? Cuente.
Totalmente de acuerdo contigo. Te he encontrado por el blog de Bárbara, volveré por aquí. un saludo
Camino entre las sombras, Emilio. Hace tiempo que lo hago. Lo peor es que te acostumbras a la penumbra "moral" y te quedan pocas ganas de volver al camino "correcto". ¿Qué es moral y qué es correcto? Siempre pensé que lo correcto no se debe predica sino obrar y eso falta.
Sigue caminando entre sombras, Emilio. Con la luz de los tuyos te sobra para encontrar la senda.
Cuídeseme mucho.
Si la luz es la religión y las sombras el agnosticismo o el ateísmo, pues creo que estoy bastante en la oscuridad... Lo que pasa es que para mí la única luz es la del sol y la de las bombillas, velas, y demás luminarias. La religión es un cuento para adultos que te hacen leer desde pequeño para que te quedes impresionado y se te incruste en el cerebro de tal manera que lo más que puedes hacer después es ignorarlo, pero sabiendo que está ahí, al acecho para torturarte de vez en cuando.
¿No podían habernos leído Las mil y una noches? Creo que ahora estaríamos más sanos mentalmente.
Besotes, corazón.
Sí, desde chica, y a Dios gracias...
Qué manía ahora con atacar a la Iglesia. Cosas mejores hay que hacer como para darle tantas vueltas a lo mismo. Las tinieblas, la luz o lo que sea, lo que importan son otras cosas. Y eso es lo que pienso, Emilio. Juan Fernando
Qué manía ahora con atacar a la Iglesia. Cosas mejores hay que hacer como para darle tantas vueltas a lo mismo. Las tinieblas, la luz o lo que sea, lo que importan son otras cosas. Y eso es lo que pienso, Emilio. Juan Fernando
A atacarla, a atacarla, que no merecen otra cosa que ataques. Y que hagan pupa, sin sangrar, claro. Bastante sangre han hecho ellos en su dos milenios de abusos. Son gente aprovechada.
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