24.5.17
Twin Peaks / 3
A veces hay que dejar de lado la lógica. No conviene siempre. Hay también belleza cuando no acude. Incluso hay lógica cuando ésta decae o cuando deliberadamente se la extirpa de la trama o cuando comprendes que se está bien en esa ilusión de coherencia, en ese limbo dulce, en esa vida embrionaria, perfecta. Por eso estoy deseando de meterme los ocho episodios nuevos de Twin Peaks. Mark Frost y David Lynch hicieron que la televisión adquiriera cotas de excelencia absolutas. Todo cambió tras Laura Palmer. Sí, es cierto, se puede decir que la primera temporada es sublime y la segunda, en ocasiones, bordea lo decadente, lo vacío, lo estrambótico, pero yo soy de los que aman lo decadente, lo vacío y lo estrambótico. Amo a Lynch casi por encima de otras consideraciones cinematográficas. La turbación es ese estado de ánimo en donde te sientes confortado, dispuesto a que el fuego camine contigo. Fascina, en la espera, no saber, no tener ninguna información, sospechar que empezará de nuevo todo. Incluso estoy dispuesto a que me decepcione. Con tal de que vuelva. Por ver si encuentro otra vez esa sensación de plenitud y de extravío. Las dos cosas juntamente. Habrá quien sepa de qué hablo.
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