14.5.17
El cordero en casa del lobo
Ayer por la noche se obró un milagro pequeñito: consistió en que el poeta venció al funcionario o en que la luz hizo valer su belleza y derrotó a la sombra o en que por fin las buenas canciones, las que nacen del alma, vencen a las otras, a todas las que nacen de una máquina registradora. No sabía quién era Salvador Sobral ni me ha interesado jamás Eurovisión más allá del pintoresquismo o de la representación grandilocuente y hueca del esplendor de una Europa que hace aguas en las fronteras y se crece en estos eventos circenses. Lo de anoche (insisto) me pareció una especie de revelación: creí que a partir de ahora no habría más luces de colores y que bastaría una voz y una melodía. En definitiva, ésa debiera ser la consigna: voces y notas. Anoche venció la tristeza, que es un recurso de la poesía. Venció la sensibilidad, que es un recurso del corazón. Venció el débil, que fue a casa del poderoso y le convenció. En el fondo, todo estaba pensado: se dejaba que ganara justamente a quien no representa los ideales del festival, al que no los refrenda ni con su imagen, ni con su música, ni tampoco con su parlamento. Fue la fiesta del cordero en casa del lobo, pero este lobo es muy listo. Lo son todos los lobos: se trata de que la caja siga haciendo ruido y de que el negocio no flaquee y algunos digan (sabiendo lo que dicen o sin saberlo) que las cosas están cambiando y que en el futuro todos serán como Salvador Sobral, un tipo iluminado, un intruso, un infiltrado. Anoche ganó el alma cuando antes había ganado la cabeza. Siempre es el mismo debate, nunca fue otro: se trata de que triunfe el bien o de que el mal entretenga. Anoche (ya acabo) ganó la anomalía, que es un defecto del capitalismo. Luego viene la historia interior: la enfermedad de Sobral, su declarado amor al jazz, su voluntad de no entrar en las tripas de la máquina. Ah Sobral, escucha, mi querido amigo: puede que no entres, pero la máquina es terrible, el lobo es terrible, tú eres un cordero, pero anoche triunfaste y obraste un milagro, uno pequeñito, compañero.
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