Se nos dice tantas veces qué queremos ser de mayor que no acabamos nunca de elegir bien. Incluso cuando creemos haber atinado con el oficio, pensamos que quizá hubiea otro en el que nos manejaríamos mejor o que nos reconfortaría de un modo más completo. Es una de las preguntas que evito cuando doy clase en el colegio. No hace falta que piensen en el futuro o, al menos, en ese tipo de futuro, tan doloroso. Algunos serán lo que deseen y otros, por mucho que se empeñen, no alcanzarán jamás sus sueños. Se olvidan, sin embargo, otras preguntas, que se obstinan en dilucidar el futuro laboral o que no buscan únicamente ahondar ahí, en lo que seremos, sino en cómo vamos a ganarnos la vida. Se debería preguntar sobre cómo seremos, en qué lugar del mundo nos gustaría posicionarnos. Y la escuela, en cierto modo, es la que forja esa voluntad primera del carácter, la que estabula los parámetros, la que nos pide que miremos ahí, buscando respuestas a si queremos ser solidarios o generosos o comprensivos, si aceptamos a quien no viste igual que nosotros o no se expresa como nosotros o no piensa al modo en que lo hacemos nosotros. En ese respeto al otro es en donde nace la verdadera educación cívica. Luego vendrá si en el futuro seremos ingenieros, camareros o violinistas. También le incumbe a la escuela acercar la persona a su desempeño laboral, pero se podría rebajar la fiereza con la que se formula la pregunta. ¿Tú de mayor qué quieres ser?
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4 comentarios:
Recuerdo que el profesor tenía la inefable costumbre de pasar con su dedo índice a cada uno de los alumnos para preguntarnos qué queríamos ser de mayores. Yo, futbolista, respondía uno. Yo, enfermera. Médico. Actriz. Bombero, etc. Cuando me señalaba a mí me ponía a llorar, porque no quería ser nada, ni tan solo mayor. El profesor me miraba con cierto aire despectivo y seguía su recorrido con ese dedo implacable hacia otros niños. Al cabo de un tiempo, la bochornosa situación volvía a repetirse y yo seguía llorando sin saber qué responder. Al final, el profesor adquirió la costumbre de responder airadamente por mí: "¡Tú a trabajar!". Por los visto, todas las demás profesiones nombradas por los demás no era un trabajo. Nunca llegué a comprender qué se ocultaba en ese: "¡Tú a trabajar!".
Yo les diría a los profesores que tengan mucho cuidado con sus alumnos superaventajados porque en el futuro sueles ser oscuros, obreros en talleres mal iluminados o extraños que deambulan por las calles. Y lo sé, porque los he visto. Son extraños en sus vidas. Decía Goethe, sí, ese alemán que deberían leer los profesores, que también hay que tener mucho cuidado con lo que se quiere ser de mayor, porque puede acabar consiguiéndose.
Y también advertiría a todos los padres y abuelos sobre esos malsanos deseos respecto a sus cachorros. Una vez vi a una abuela que paseaba por una calle con sus dos nietos. Se encontró con un amigo que le preguntó cuántos años tenían. La señora respondió:
-El médico tiene cinco y el abogado siete.
Abrazos amigo y hermano del alma.
Yo de mayor quiero ser Esperanza Aguirre, de verdad. Por lo menos, cinco minutos, a ver que se siente.
Un saludo, y acepta la broma, es que me parece que es un asunto grave y lo mejor es la ironía. Un saludo, repetido.
Y pensar que de grande uno lo único que quiere ser es chico de vuelta!
Lennon de jovencito, cuenta la leyenda urbana, respondió que quería ser feliz. Le dijeron que no había entendido la tarea, él dijo que ellos no habían entendido la vida. Si no e vero, e ben trovato.
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