Ah fe, cuándo me abandonaste. Quizá nunca estuviste. Se tiene casi siempre de la religión una visión orgánica. Parece que hay cielo y Dios y derecha del Padre a nivel sanguíneo: nos venden la fe como una hélice de moléculas que hormiguea el corazón y lucha bravamente con el cerebro. Me he enfrascado cientos de veces en muy lujuriosas conversaciones sobre estos asuntos: me siento a gusto en esa plática tabernaria. Tengo amigos a los que afablemente incito a entrar al trapo y salgo robustecido por el intercambio noble de pareceres. Creo que he explicado esto por esta página las veces suficientes: podría haber sido un creyente formidable, pero he quedado en un pobre laico convencido de estar en posesión de una verdad intransferible. Lo que molesta es que venga el contrario, el que no está en tu bando, y te cuente lo equivocado que estás, lo perdido que andas. Viene el Papa a España (Santiago, Barcelona) a contarnos el peligro de este descreimiento que parece que padecemos. Dice que estamos en pecado: que un laicismo agresivo está destruyendo la sociedad construída durante siglos. Viene el Papa a España a vendernos la enciclopedia absoluta. Los buenos vendedores de enciclopedias se hacen ricos a base de labia: vienen a tu casa y se sientan en el salón, en tu sillón de orejas favorito. Les pones café, les atiendes con respeto y terminas con 20 tomos y una letra de seis euros durante dos años. Es que no lo notas: seis euros, dos años. El Papa, que es un intelectual según tengo entendido, lo cual es una perogrullada (inserto: cómo no va a serlo siendo el Jefe de una comunidad millonaria de fieles) ha venido a España a convencernos de la necesidad de enciclopedias. Molesta que no acepte que hay quienes no necesitamos ninguna. Carga que haya venido y haya montado el festorro mediático que ha montado (sus beneficios dará, no duden que esto es un negocio vestido de misa de doce) y se vaya a su casa el buen hombre con un par de conferencias ametralladas al respetable en campo abierto y una audiencia masiva de adeptos colgados de su labia. Está de fondo en todo este tour evangelizador la antigua idea de gobernar la vida de los otros. En su correcta administración, bien llevado su gobierno, la religión es un bálsamo exquisito, la fe es una cuestión fundamental para el desempeño sencillo de la vida. No se entiende tampoco que el laico ZP no atienda en primera persona al Papa: como Padre de una comunidad espiritual y como Jefe de un Estado. Se desatienden compromisos ineludibles: podrá no gustarle el agasajo, pero quizá traiga en su talega mejores intenciones que un presidente africano al que le guste, en sus ratos libros, eliminar a sus opositores en la oscuridad de la selva o a plena luz, en las avenidas del pueblo.
II
Las civilizaciones las fundan las religiones; y, con el ocaso de las religiones, las civilizaciones se van apagando, hasta su extinción. Lo ha escrito hoy en su columna del ABC De Prada, que es un valladar inquebrantable de la cristiandad considerada con un bien supremo. Una parte del sábado, luminoso y primaveral en Córdoba, la he dedicado a ponerme al día en los asuntos del Santo Padre. He estado en las trincheras y he estado en los palacios: he visto a la bullanga cristiana y he visto a las hordas blasfemas. Comentaristas intoxicados de Cristo y comentaristas bendecidos por Dios: todos jalean su discurso con aplomo. Algunos (caso de De Prada) se arrogan un legítimo título: el de embajador de la fe, el del defensor kamikaze de esa doctrina. Yo me quedo en el pasivo papel de espectador. Lo veo todo en sus colores, como un atlas mental del país, pero me llama poderosamente la atención (sin llegar a irritarme) que las facciones contrarias no se encuentren. Unos están borrachos de anarquía metafísica y otros están hambrientos de poder político. No es otra cosa. Como ando extraviado, viene el Papa a salvarme. Y yo sin enterarme.
.
7 comentarios:
Magnífico. De lo mejor que he visto en blogs sobre el asunto.
Quede entendido que el que esto escribe es un hombre que aspira a religioso en otra onda muy distinta de la que representa el Papa. Me atrae el budismo. Lo he practicado, lo he abandonado, pero siento que algún día volveré porque necesito claridad.
¿La visita del Papa? ¿Por qué ser agresivos con ella? Europa ya no es cristiana. Los confesonarios están vacíos, las comuniones son extremadamente minoritarias. La iglesia no tiene ni por asomo el poder ideológico que tuvo hace décadas y no digamos siglos. Cuando yo era niño y veíamos a un cura, corríamos a besarle el crucifijo y él nos daba la bendición. Véase la distancia que existe con el presente. Los seminarios están vacíos. Hemos sustituido la fe, unos por la duda, otros por El corte Inglés o el Madrid o el Barça o mejor por la tarjeta de crédito, el mayor revulsivo contra la angustia existencial de la realidad del vacío de sentido. Dios ha muerto, proclamó Nietzsche. Pero lo que lo ha sustituido no es necesariamente mejor. El mundo sigue siendo atroz e injusto. Que haya monjes y monjas en monasterios no me ofende, ni que venga el que es su pastor. Si acaso me gustaría que no fuera un espectáculo mediático y de masas. Eso sí. Pero los que son portadores del escepticismo y la duda, combinada con una convencida superioridad moral, tampoco me convencen. Me quedaré en casa, pero no me molesta su visita. Simplemente no me dice nada. Me gustaría que expusiera sus dudas en lugar de sus sermones. Me gustaría verlo desnudo en sus tribulaciones de hombre mayor enfrentado a una parafernalia ritual que lo posee. No me quedo ni con unos ni con otros. No entiendo la agresividad tampoco contra su visita. Me parece intolerante.
Un cordial saludo.
No había leído el texto De Prada. Es gracioso y, sin embargo, lúcido aquello de que el Papa se toma su visita a España como un proyecto "martirial". Se siente como cordero entre lobos hambrientos de laicidad. Es cómico, o deprimente, según sensibilidades.
El gran vendedor de enciclopedia, buena imagen. A mí me cargaban mucho ese tipo de vendedores, por su obstinación y palabrería, pese a que les repetías que no, que no voy a comprarte los tomos.
A mí la visita del Papa me pilla de vueltas. Vamos, que me da igual. Lo veo como las estaciones, Hacienda o la muerte. Son irremediables. Que pasen pronto y a otra cosa. Sin embargo, entre tanto ¡que vuele la literatura a su costa! Hablemos del evento.
En mi caso prefiero pensar que la visita sirve para reabrir el debate de la tolerancia y el respeto a las diferencias, más que echar pestes contra unos y otros.
Buenas noches a todos y a ti, Emilio.
Date por salvado, muchachito, date por salvado. Se están volviendo todos locos.
Rafa
En cuestiones de religión, tengo el cielo ganado. Practico misa de doce y creo en los santos, en la Derecha del Padre y en la salvacion eterna. Soy un creyente confeso y me encanta que el Papa esté entre nosotros, entre los que creemos.... Los que no son como yo me parece estupendo que no lo sean. Yo, al fin y alcabo, no soy como ellos. ¿Qué derecho tengo a hacerles partícipe de mi felicidad? Si tienen una suya, bien está, si no, que se las apañen como puedan.
Soy mayor, 63 años, o relativamente mayor, vivo de la fe y de mi familia, jubilado, contento de las cosas buenas de la vida. Una de ellas es la religión, no lo dudo. Lo malo es que creamos estar en la posesión de la verdad. Yo no la tengo, yo no la quiero además. Me parece usted un articulista de altura y expone con mimo y con mucho respeto lo que piense. Falta hace en estos tiempos. Gracias por el texto. En el fondo coincidimos. Y quiçénsabe, a lo mejor sería usted un cristiano si se lo piesnsa un poco.
Eduardo, Ramón, Joselu, Rafa, Juan Carlos, todos parece que estamos a bordo de la misma nave. Y conste que ninguna coincidimos, en lo fundamental, en lo que se ve, en lo que deduzco, en lo que sé de vosotros. Todos cabríamos en el mismo templo o incluso fuera de ese templo. Soy un descreído: me gusta más eso que marcarme como ateo o agnóstico, palabras de más abrupta sonancia. Me parece que los descreídos tenemos unav entana: poder mirar desde afuera, saber que hay un adentro, en donde hay innegables cosas buenas, pero... Y el pero es tan grande, y tiene la boca tan grande que a uno le dan ganas de seguir afuera y morirse afuera y no ver cielo ni infierno ni merecer derecha ni izquierda de ningún Padre. Un saludo.
De Padra será ahora monaguillo de sacristía, pero su primer libro se llamó "coños" y en él jugaba a ser el enfant terrible de turno...
Curioso este tipo de personajes como Dragó, que juegan a provocar y a estar en la seguridad del establishment a un tiempo, que combinan cristiandad y pecado, erotismo de ribetes misóginos y cosificadores (o sea, pornografía, al menos en parte) con maralinas de la formación del espíritu nacional...
Publicar un comentario