3.11.10

Camuflado o hastiado o perdido




Hace tiempo que ninguna película en la que actúe Robert de Niro hace que pague una entrada. Ni siquiera hago el esfuerzo de verlas en privado, tirando de la chistera digital, sacando enlaces de aquí y de allá. Incluso me irrita que existan. Duele ver el decaimiento moral del genio, duele contemplar el declive de quien fascinó en pantalla. A mí me fascina(ba) Robert de Niro y a Robert de Niro le fascina el dinero. En esa ecuación, el que pierde soy siempre yo. Imagino que las generaciones recién aterrizadas en la cinefilia entenderán a medias lo que expongo. Creerán que es un actor maravilloso, una especie de reclamo de estilo en el casting de un film. Se equivocan. Robert de Niro y, en cierto modo, Al Pacino, otro grande perdido, otro genio metido en mediocridades, no pule su carrera: la enfanga, la enturbia, la conduce a una infame travesía de fruslerías, tópicos, majaderías para niñatos con acné y otros engendros de similar costura. Tiene, no obstante, momentos sublimes: el político corrupto de Machete es otra vez el De Niro de antaño, despojado de tics, aceptando un buen papel y exprimiéndolo al modo en que solía. A mi Travis Bickle le ha sobrevenido un espantoso amor a la pasta. No lo entiendo si no es así. Sólo por la jodida pasta puede uno involucrarse en Los padres de no sé quién o en Causa justa, un cosa perniciosa, un mal ejemplo para que el cine siga considerado una de las más bellas artes. Pero no nos pongamos trágicos. Basta mirar atrás y verlo espléndido, tantas veces espléndido. Admirar al camaleón, entender que el numen le otorgó ser un actor mayúsculo, un ser superior en un escenario, capaz de registrar el arco completo de todo lo humano y hacernos creer que no había esfuerzo aparente en ese prodigio. Pero luego el camaleón se convirtió en una hormiga hacendosa, en un obrero de su causa, y ayuntó con la morralla de la industria y se dejó quemar por las luces de la fama.
Paul Newman
decía que el cine no era para gente seria sino para desequilibrados. El Arte entero es un oficio de tinieblas. Yo a veces tengo ganas de encontrar a quien tuve en gestos de ahora. Este fotografía que ilustra el post me da ese punto de íntimo convencimiento. Qué actor, Dios mío, qué ratos más buenos nos dejó.

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7 comentarios:

Ana dijo...

Perdona, hombre. Aunque sea por TRAVIS.

Pedrodel dijo...

¿Hablas conmigo? ¿Me lo dices a mí? Dime, ¿Es a mí? Entonces, ¿A quién demonios le hablas si no es a mí?

Emilio Calvo de Mora dijo...

Por Travis, por ti, Ana. Perdonado. Un saludo.

Hablo contigo, te lo digo a tí, es a ti a quien estoy hablando, Pedro. Joder, tío, qué fino. Un diez.

Ramón Besonías dijo...

De Niro ejemplifica bien el devenir de nuestra propia imagen proyectada sobre aquellos que nos admiran o siguieron la senda de nuestra biografía. Lo natural es decepcionar, sobre todo si se hace acopio de las excelencias pasadas. El actor, el escritor, el fabulador, la vida, todos estamos condenados a decepcionar tras el eco de nuestra plenitud. Saber ver nuevas virtudes es trabajo difícil para quien fue besado por la gloria.

El resto de mortales, quizá más propensos a mantenerse dentro de la media nacional en lo referente a virtudes y excelencias, puede que no decepcionemos tanto. Por el contrario, un repunte de genio siempre será agradecido para quien contempla cada día la prosaica letanía de tus días y afanes.

Buenas noches a todos, buenas noches a ti, Emilio.

Miguel Cobo dijo...

Contrasta en su trayectoria con la del propio Newman, al que cita; o con la del siempre admirable Clint Eastwood.

Emilio, entro por primera vez en su blog y la palabra que mejor define mi impresión es el asombro. Como dicen los jóvenes ahora: ¡Grande!

Volveré por aquí con frecuencia.

Saludos

Emilio Calvo de Mora dijo...

Lo natural, antes de todo, es morirse uno, así que imagina, amigo Ramón, qué poco importante es decepcionar. Qué es decepcionar a la vera de la idea de morir. Pero vivimos de mitos, y éste es grato, era grato, es grato, era grato. No salimos de la duda. Hoy voy a ver Stone. Escribo mañana.

Se trata, al cabo, del afecto hacia uno mismo, de la imagen que queremos dejar, de cómo queremos ser recordados. De Niro pasa de la memoria: se queda en sí mismo. Hace bien, tal vez.
Todo lo demás, Miguel, no da para que yo comente nada. Agradecimiento sólo. Que vuelvas es lo bueno. Y

El Doctor dijo...

Desequilibrados en todo caso en el cine americano,desde luego.Pero fíjese usted en el español,por ejemplo;Fernando Fernán-Gómez,genial hasta la sepultura y,Manolo Alexandre estuvo genial hasta en sus últimas películas con noventa años y en sus tertulias en el café Gijón y,Agustín González y,Rafael Alonso y, José Luis López Vázquez y,Fernando Delgado...Y ¿que me dice de Rafael Azcona?
La imagen del camuflado o hastiado o perdido impresiona.De Niro hace mucho tiempo que dejó de ser actor.
Un cordial saludo.

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