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Dietario 25 / El hombre pequeñito
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4 comentarios:
La primera impresión que me produce esta imagen es la de revelar un alma sofisticada y femenina. No sé cuál era tu intención. Muchas veces me he preguntado por la cantidad de tiempo que debe consumir el santo Padre cambiándose de ropa y atuendos, todos carísimos, para asistir a las continuas ceremonias que requieren de una ornamentación distinta. No sé si lo vivirá con resignación o con coquetería un punto femenina.
En todo caso, pienso que la iglesia, que tan poderosa fue, es un extraño anacronismo en este tiempo de cadenas de ropa in, centros comerciales, hamburgueserías, conocimiento líquido, internet... No sé si lamentar su existencia o considerarla como un vestigio que merece la pena conservarse. Con la iglesia y su decadencia muere una forma de entender el mundo, pero en algún sentido mucho de lo que somos, va con ella. ¿El futuro? Blade Runner ya nos lo recreaba. Pues eso.
Que se viste este señor como le venga en gana: a mí no me soluciona la vida. La Iglesia es un mecanismo oxidado. La fe es una opción privada y la quieren vender como un hecho público, y no lo es. No lo es desde el momento en que se ponen cazurros con asuntos como el pecado, lo horrible que es el sexo y la antinaturalidad de todo lo que dictaminan sus próceres. Yo me he bajado hace tiempo del burro de la religiosidad. Y soy feliz como un animal en mitad de la selva. Sin amo, sin dios, sin barreras.
La foto no tiene desperdicio. Me ha dado mucho que pensar, y muy bien el comentario de Joselu.
Elena
¡Jou, jou, jou!
Muy interesante tu manera de ver la foto. No había pensado yo en eso. Lo hago. Lo confirmo. Anacrónica o no, mira que manda todavía, Joselu.
Yo también pienso en que hay óxido. Tiene que haber luz. No lo dudo. Pero se ve el óxido a veces. Este exabrupto papal es un síntoma de algo. No sé. ¿Buenos tiempos?
Yo también pienso jou jou jou. Parece una canción de ZZ Top.
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