8.6.10

Huelga



Siempre se escribe sobre el asombro. Por eso en España hay una turbamulta de escritores. Porque España asombra, aturde, conmociona. España no es un país sino un estado sentimental de las cosas. Los intelectuales que descreen de España (Sánchez-Dragó) o los que la zahieren con saña (Pérez Reverte) tienen material suficiente para escribir diez crónicas al día. Ahora España es fútbol y es razonable que el pueblo en masa se abalcone para ver procesionar a sus ídolos hacia la gesta del Mundial. Menos mal que los futbolistas no son funcionarios. Son otra cosa. Dioses de un olimpo ubicuo, uno que ha acabado sustituyendo a la religión y ha erigido, en su nombre, altares alternativos. España está hoy a la baja. Ya no es España: es este país. El eufemismo es una convención que soslaya lo reprobable.
España es un asunto que molesta o es un asunto que fascina. España arde por los cuatro costados, pero su condición de permanencia en el mundo es probablemente ese arder. Y en el fuego, en la Iberia quemada, nace lo español, lo acendradamente hispánico, lo que nos excluye del diagrama de Venn del conjunto de los países con los que compartimos un parecido Estado del Bienestar. De los otros, mejor no hablamos. Allá se manejen con sus fuegos patrios. Los nuestros, hoy, a lo visto, no van a dejar mucha ceniza. Hoy, en mitad de huelga del funcionariado, me he sentido actor de una tragicomedia a la que nadie me ha invitado, en donde no tengo libreto y en donde, en una escena o en otro, acabo herido. Me he librado de morir, pero habrá más oportunidades y contarán conmigo (sin que yo lo pida ni lo acepte) para representar el papel que me inventen. Hoy, de momento, he salido ileso. Me he puesto firme en lo mío y he visto la luz al final de mi propia conciencia. Tengo una, no crean. Me la estoy construyendo despacito y no me da jaquecas ni me pone en evidencia con mis semejantes.


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3 comentarios:

Antonio Ruiz Bonilla dijo...

Yo, a veces, también puedo ver a Caroline pero, en vez de regresar, me invita a seguirla. Un saludo

Alex dijo...

Testigo he sido y soy de lo doloroso que es ser español en un país que lo rechaza o lo abraza con el mismo énfasis que el que juega todo su dinero en la ruleta. Desde que la derecha se arrogó los símbolos de identidad españoles y la izquierda se desentendió de ellos, no hay más punto de concordia que el fútbol.

Por cierto, yo situaría a Pérez-Reverte en el mismo bando desencantado que Dragó. Desde hace muchos años, más que escribir vomita su desencanto.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Caroline, claro, no hay duda.
La seguimos los dos. Y James Taylor la tiene en su cabeza, Antonio.

Ser español no sé qué es. Sé de España en contadas ocasiones. Me siento de mi lenguaje, parte de mi vocabulario, de mi manera de hablar, que es la herencia del país en el que vivo. Estamos en las palabras, amigo. El país, no sé.
Las banderas las hacen todas en Hong Kong.

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