12.6.10

Kandahar




Se va desangrando el escritor de necrológicas mano abajo y va dejando en el folio en blanco un río de funerales. Un cortinaje fúnebre de palabras persiguiéndose en los renglones de luto, pero ser escritor de necrológicas es un oficio del siglo XXI. Hay una prosa doliente y fecunda, empapada de vísceras o de pólvora, que gana tristes afectos públicos. Hay todavía una felicidad brevísima, lírica y casi mística cuando el azar nos escolta a un velatorio. Y no es preciso el concurso físico: nos presentamos simbólicamente cada vez que las agencias de prensa registran los desastres y sus réplicas. Se acepta sin escándalo moral que podamos seguir paseando con la familia, viendo cine o viendo fútbol después de que nos fusilen a base de bien con los cadáveres del protocolo mediático. Ya escribió Gilbert Durand que la imaginación simbólica tenía como función la negación de lo negativo. Somos animales éticos, pero no tenemos capacidad moral para soportar los embates de la Historia, que va forjando su épica sin miramientos, sin acometer la empresa de filtrar lo doloroso, lo que se adhiere más descarnadamente al plectro del alma, donde nace la poesía, tan lejana hoy de cualquier atisbo de lenguaje. Cierro el cuaderno del plañidero sentimental, del que no encuentra en esta noche el aliento para escribir de cine o de música o de pájaros. Me voy a la cama de viernes con el corazón encogido por ver los muertos en Afganistán en un reportaje en la CNN. Las necrológicas, en este siglo XXI, en primetime televisivo, no son tales: son minutos en una horquilla televisada, son el lujo de quienes miran sin saber qué hay detrás, qué dolor rompe los gestos de los que mueren en la pantalla. Y no es ficción y es la rutina a la que nos hemos acostumbrado. En el fondo todos somos lectores de necrológicas. A veces incluso devotos lectores. Por la costumbre. Por esa creencia de que la ficción y la realidad se confunden y nos confunden.

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7 comentarios:

joan v. dijo...

Estamos anestesiados
Todos los muertos son extras con un contrato precario. Sale STeven SEagal.

Ex-compi dijo...

Huir del sufrimiento, verlo de solacho. Siempre que veo la crudeza de las vidas de otros pueblos, me pregunto ¿qué puedo hacer yo a esta locura?, y es impotencia me anula como ser humano.

PeterPank dijo...

¿Por qué engañan a la gente haciéndoles creer que deben algo; porque la gente se cree que debe algo?

Emilio Calvo de Mora dijo...

Los muertos, Joan, son cómplices del espectáculo. No lo saben. Son píxels. Estos muertos de los que hablo son actores. Los vemos en una farsa, en una obra aliñada para producir esa anestesia de la que hablas.

No podemos hacer nada, Ex-compi. Ver, pensar. Todo parece que va a seguir lo mismo.

Por participar en la obra, PeterPank. Digo yo. Por estar. Por ser algo en la representación. Por voluntad teatral. Eso.

Anónimo dijo...

El problema que yo siempre he visto es que somos por naturaleza manipulables. Manipulado se vive mejor. No hay que pensar ni hay que tomar partido. Los muertos los vemos en ese modo, en el modo Manipulación.
Son muy listos los que me manipulan. Pero nos rebelamos.
Luego volvemos a lo nuestro, pero nos rebelamos.
Un saludo afectuoso.

Sandra Llorente García

Emilio Calvo de Mora dijo...

Los que nos manipulan saben mucho, pero hay que pensar, ver, llegar a las conclusiones que nos permitan ser, por lo menos, menos manipulables. Los somos, en grado sumo, a veces. Nos dirigen. Nos rebelamos. Un bucle. Gracias, Sandra.

Anónimo dijo...

Huir del invierno, Emilio

Pensar la fe