17.2.09

El mundo de los sensibles

Jaime Gil de Biedma dejó escrito unos versos hermosos que hablaban sobre la enfermedad del deseo y sobre la bendita siesta de los sentimientos cuando uno ya está de vuelta de casi todo. Escribió unos versos que todavía sé de memoria y que recito como oyendo la belleza pronunciada por quien nunca se acerca lo suficiente a ella, pero también era un poema de resentimiento hacia un país impuro, entretenido en los rumores y en la construcción morosa de una patria sin encanto. Y siempre que vuelvo a recordarlo pienso también en la letra de Imagine, esa canción perfecta de John Lennon que podría, en la distancia, querer decir lo mismo que este poema. Curioso el mundo de los sensibles.


DE VITA BEATA

En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda,
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Leía esta tarde los poemas de Gil de Biedma en el metro, Emilio. Otra señal, sabes que para mí él es (su obra) muy importante. "Amor más poderoso que la vida", leía. Y estaba triste y leerlo me puso más triste si cabe. A mi lado estaba sentada una chica rubia que leía uno de voluminosos best-sellers pensados para leer a ratos entre metros y autobuses. Y pensé en lo bonito que sería que ella tuviese el poemario de Gil de Biedma en las manos y el mucholibro estuviese colgado de las paredes del vagón de metro.

Cuídeseme.

Emilio Calvo de Mora dijo...

En Córdoba inventaron una cosa curiosa, al menos. Con motivo de un Encuentro Internacional de Poetas o algo así (autores de Libia, Alaska, Corea y Bolivia, por ejemplo, todos en comandita de versos y copas) colgaron en los cristales de las líneas de autobús poemas de esos poetas. La reacción de la gente, a lo que vi, fue digna de estudio. Gente que se quedaba colgada (literalmente) del texto y hasta lo pronunciaba en voz bajita, como en plan recitado doméstico e invisible. Gente que decía en voz alta algo así como: Vaya mierda de poesía o Eso lo escribo yo harto de güisqui. Pero lo reseñable (con indiferencia a la calidad de la obra expuesta: que había bueno, regular y pésimo) era que los poemas estuvieran allí. Otra iniciativa, ésta en Lucena, mi mariana y noble villa, fue la de poner libros (cuentos, poemas, sobre todo) en pubs y cafeterías. Te aseguro que la gente coge los libros. Tú piensa en los periódicos. Entras en un bar, pides un café o una cerveza y te tiras por el Marca o por el País. Aquí poemas de Valery o cuentos de Saki. Todo muy digno de alabanza. Me tocó en primera persona: el hijo de unos amigos nuestros, mientras tomábamos un café en uno de esos bares, se me acercó con los Cuentos del astronauta en la mano. Mira, Emilio, dijo, tu libro, tu libro. Estaba como perplejo. Son cosas curiosas, ya te he dicho. Leer a Gil de Biedma en el autobús o en el metro es un acto de libertad absoluta. Yo suelo leer siempre. Llevo libros en todos los bolsillos que permiten llevar libros. Y música. Hoy todo el día Ella Fitzgerald. Mañana me echo al mp3 Genesis. Primera época. Ya lo he pasado. Selling England by the pound. Todo eso. Buenas noches. Ya definitivas.

Isabel Huete dijo...

No suelo releer demasiado pero a Gil de Viedma no paro de releerlo desde hace muchos años. Nunca me canso, ni me duermo, ni me saturo. ¡Qué grande!

Aquí en Madrid hace ya años que empezaron a poner en el Metro extractos de libros pegados como una pegatina del tamaño de una DIN A4, pero no sé si eso sirvió para incitar a la gente a comprarse y leer el libro. No vi a casi nadie interesado en leer lo que allí ponía o hacer un comentario.

Yo no puedo leer si voy en coche, tren o autobús porque me mareo... Una desgracia como otra cualquiera.

Sensibilidad y besos.

Anónimo dijo...

De hecho, Emilio, leía una de esas pegatinas (siempre lo hago) colgadas de la pared que cita Isabel. Creo que ya te he contado alguna vez lo difícil que se me hace leer en metros o autobuses. En trenes es distinto, leer es casi una obligación.

Me contó, hace años, un amigo que de la docena de pubs que conoció durante su larga estancia en Dublín, la mayoría de ellos tenía colgadas fotos de escritores. Me gustó saberlo. No hay lugar que pueda acoger mejor a Dylan Thomas que un bar. Las iniciativas de las que hablas me parecen muy acertadas. Me producen nada disimulada envidia.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Yo leo hasta en el infierno, cuando me pongo bruto y lo visito, es un decir. Estoy preparado físicamente para leer en donde me echen. Como el que tiene un lunar o nace con el olfato muy aguzado, Isabel. Lo importante, claro, nunca es el sitio.Es el libro. La voluntad. Besos.

He ido menos en tren que en autobús, desgraciadamente. El tren es un organismo vivo, lo tengo claro. Tengo por ahì, en un baulito en el guardo escritos desde yo qué sé cuándo, un texto sobre el tren escrito en un tren. También se escribe en los trenes. Ya sé que a ti te encantan. Abrazos. Cuidados en todos los sentidos, Álex

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