4.2.09

Camino: Sobre ángeles y demonios...


Insiste Fesser, en ruedas de prensa, en recortes televisivos ahora que Camino ha triunfado, que su película es una historia de amor, y no me puedo envalentonar para corregirle porque hay un poso infinito de amor alrededor de la crueldad sobre la que gira toda la trama. Camino, entonces, es varias películas a la vez y ninguna defrauda. La que está soliviantando al pueblo soliviantable es la película evidente, la que expone con frialdad cartesiana cómo cierto tipo de fe (entiendo que no todas) extermina la vida y se afilia (casi sin estrépito, como si se tratara de un episodio más y no precisament el más doloroso y ni siquiera el último) a la muerte. En este sentido, Camino es un vivisección con el material quirúrgico más fiable y certero de la ceguera moral a la que se accede cuando la razón (a pesar de las metáforas que contrae todo sentimiento religioso) ha sido sustituida por el sacrificio. Luego está el film tierno, el que fija su mirada en la propia niña, en Camino, en su esplendor adolescente, en sus ganas absolutas de encontrarse con la felicidad al modo en que las niñas de su edad se dan de bruces con ella con muy leves indicios. Ahí, en la mente sistemáticamente bombardeada de metáforas ininteligibles de la niña Camino, es donde está la otra película, la onírica, la que surge espontáneamente de la infinita fascinación del ser humano por sublimar la realidad que le rodea. Ésta que aquí Fesser diestramente expone no puede levantar entusiasmos: la historia real sobre la que se edifica la ficticia es en el fondo mucho más ficticia, más increíble, menos ajustada a parámetros exclusivamente racionales y justos. No hay raciocinio ni hay justicia en la perversión moral que en ocasiones el ser humano construye para acercarse a Dios, que parece últimamente un objeto de diseño, una especie de icono transrreal cuyo fin último es ponernos a todos a guerrear, a polemizar, a crear un estado de excepción ética en la que unos tiran al monte de la salvación eterna y de la palabra divina y otros se quedan en la maleza absoluta de la realidad, aunque a veces la realidad no sea nada más que incertidumbre, confusión y, en último término, concluya con un finiquito abrupto y un poco cabrón.
Javier Fesser, que disfrutó a su manera en la gala de los Goya, se pringa todo lo que puede y más en rebelar las maquinarias oscuras y torticeras de la llamada Obra, pero no se inmiscuye (en casi ningún momento de la película) en asuntos de más calado metafísico. El casi se justifica cuando la niña Camino, ya encamada y ofrecida por su madre al Dios acogedor y benéfico que la espera, en el hospital, cree verlo sentado en una silla, en su habitación. El padre, que está podrido de dudas y siempre tiene bien anclada en la realidad su pie de peaje, filma con su cámara doméstica esa visión que acaba de tener su hija. Fesser nos priva de contemplar lo que la cámara del padre graba. No sabemos qué ha visto Camino: si el vacío o si Dios. Al final de la película, como un trallazo, como una especie de rúbrica que escenifica el criterio ético del director, Fesser nos muestra las imágenes que el padre ha ido registrando durante toda su vida. Se ven las fiestas, los colores, la algarabía de la vida cuando el cáncer no había hecho doloroso acto de presencia, pero también van desfilando las escenas del abatimiento, los primeros dolores, el pañuelo anudado a la cabeza, la postración, y como seña identitaria Fesser nos da la imagen de la silla en la que Camino ha creído ver a Dios. No vemos nada. Está furiosamente vacía. La cámara (lo sabemos los que amamos el cine) no miente.
Nerea Camacho (preciosa, inteligente, intuitiva), Jordi Dauder (estricto, conciso, hipnótico) , Carme Elías (qué gran dama de la escena, qué empaque de actriz portentosa) y todos los demás actores de esta prodigiosa película (en muchos sentidos, didáctica, de obligada visión por las generaciones que se van, las que están y las que vienen) bordan lo que hacen: dan la talla como la trama merece. La tunda de premios (bofetadas al Opus Dei, decía un periódico, no recuerdo cuál, pero no era La Razón) está enteramente justificada. Parece que la taquilla, a fecha de domingo, día del evento goyesco, era paupérrima. 200.000 visitantes. Su salida al circuito comercial (videoclubs, alquiler legal en la Red, cable, digital) se está retrasando. Existe un lógico ánimo de propaganda ahora que la bondad infinita de la Academia la ha untado de éxito. Yo la vi tarde: me costaba entrar en esa vorágine de dolor y de redención a la que sabía que me iba a enfrentar. Es una de esas películas que no se limitan a contar una historia sino que involucran al espectador (ya esté en un lado del camino o esté en el otro) a considerar muchas de las cuestiones que ahora palpitan (qué verbo más efectivo) en la vida pública. Eso es lo bueno: que sea pública. Si todo fuese tan sólo una evidencia de lo privado...

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Contundente. Perfecto.

Anónimo dijo...

Al Opus Dei se le pueden dar millones de bofetadas porque las personas son imperfectas y la Institución , por lo tanto, también.Eso no es importante. Además cada persona del Opus Dei es de su padre y de su madre y encarna de manera diferente lo que escucha. Cada uno es cada uno.
Pero si algo conozco de cerca es la maanera como en el O D se encara el dolor. Rápidamente , con todo lo necesario para aliviarlo. Y espiritualmnete siempre en función del amor: quejarse poco para no hacer sufrir al que te cuida. Eso está muy lejos del masoquismo. Hasta tal punto que me atrevo a afirmar que todo lo que es de Dios es sencillo y sin aspavientos. Que Cristo murió en silencio y fue también por ser coherente con el amor y la verdad: no se dejó intimidar por el César. Pero el mensaje de amor siempre ha sido revolucionario e incómodo. Cuando otras imágenes de Dios aparezcan secillamente son falsas.

Dios es Amor y nada más .Y los frutos del amor todos los conocemos. La guerra no es amor, el odio no es amor, el masoquismo no es amor, la incomprensión no es amor, la intolerancia no es amor... La paz es amor, la generosidad es amor, la tolerancia es amor, la comprensión es amor...

Gracias por poder expresar lo que siento.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Bien, Rafa, gracias a ti. Siempre.

Carmen, no tienes que agradecer que puedas expresarte aquí. Es un lugar de expresión del que escribe, en este caso, yo, y del que lee. Amor: esa es la palabra. El Opus Dei, como la Otan, la cofradía de nazarenos de al lado de mi casa o el parlamento español, está hecho de personas. Las personas, en cuanto personas, son falibles, volubles, irritables, perdonables, amables, sencillas, complicadas... Todo lo que se nos ocurra. Y generalizar es malo. Hay conductas, no obstante, reprobables, que se advierten e incomodan a quien no comparten su razón. Yo desconozco muchas cosas. Todos andamos ahí, en el desconocimiento, en la incertidumbre. El mensaje de amor, en eso estamos de acuerdo, en más, también, es revolucionario, claro. El amor delata inconformismo, rebeldía, alegría de vivir, por supuesto. Las bofetadas de las que hablan y de las que hablan serán al Opus. No a las personas que no quieran sentirse abofeteadas. Gracias por entrar. Repite.

Anónimo dijo...

La Obra de Monseñor Escrivá de Balaguer está llena de gente fanática y Camino ha puesto el dedo en la llega, ya está, eso pasó, y algunos vienen ahora a justificarlo todo y a decir aquí no pasó nada, y sí pasó, lo cuenta muy bien Feser en la peli. Si se molestan, que se rasquen. Hasta que se duelan.

Anónimo dijo...

Alejandro, al O. D., desde lo que yo conozco , los verdaderos fanáticos le tachan de poco comprometido con las manifestaciones radicales. Sabes por qué? Porque es falso que el O. D. sea caldo de cultivo de fanatismo. Cada persona tiene sus ideas !!!y sólo hay un denominador común: tratar de vivir con presencia de Dios la vida cotidiana. Y esa presencia de Dios corrige desde dentro todo lo que no sea amor: corrige la incomprensión y la intolerancia.
Nada que no sea así merecería la pena ser vivdo.
La derrota del pensamiento es fruto de la mentira social que se vive, y esa manera de no pensar sí es caldo de cultivo de fanáticos o de memos... Me ayuda a reflexionar sobre este tema el libro de Alain Finkelkraut: "La derrota del pensamiento"

P.D. Lo que pasa que para ser auténtico protagonista de la vida personal se necesita valor, y no niego que haya personas que absoluticen algunas doctrinas porque les da la seguridad de lasque personalmente carecen. Así pienso yo... Si he aportado un poco de luz, me alegraré.

Muy buen post. Me gusta el cine. Tengo ganas de escuchar algo de Usted sobre "La duda"... Porque me dejó dudando. Saludos!!!

Emilio Calvo de Mora dijo...

No es cosa de buscar dolidos y dolientes, víctimas y culpables. Supongo que quien peor lo ha pasado en esta historia no es el público ni el Opus Dei sino la familia de la niña. Todo lo demás es material narrativo, desgraciadamente. Lo mejor es que nada de esto que aquí se presenta como hecho verídico hubiese sucedido: pensar que es obra de un escritor con alcances, ficción pura. No lo es. Hay tozuda irreflexión, ganas de llegar a donde no es necesario llegar. Mi opinión acerca del hecho religioso se parece a la de Borges, al que admiro: la teología es una rama de la literatura fantástica. Imaginaciones. Metáforas. Le damos a un niño metáforas para que muera a gusto. El dolor se tapa con ficciones. Lo de la silla vacía al final de film evidencia cómo piensó. Y tal vez necesite Camino otro visionado.

Anónimo dijo...

Efectívamente, la que más sufrió fue su familia,eso seguro. Por eso me animé a escribír en su post cuando habló usted de la familia en relación a los premios Goya.

Yo trato de pensar por mí misma pero sí me ayudan otros caminantes...-ya que hablamos de camino-. Sobre todo los caminantes generosos que ilunminan el camino y te dan la mano. Y ahí es donde yo veo a Dios, o al menos así lo siento. Más que en las elucubraciones, y lo digo porque en temas de teologías me enredo y en temas de vida y de hechos me aclaro...

Prefiero, entre dos opciones difíciles pero las dos posibles, apostar por la esperanza más que por el absurdo o la ficción. Pero ahi, en esa decisión mía tampoco entro a saber por qué... El misterio, también aquí, es el latido del ser inagotable...

Anónimo dijo...

Lo mejor del año en la pasarela del cine patrio. La peli es irregular, desequilibrada, pero lo sopesa con valentía y arrojo, con una transgresión narrativa, con una entrega desnuda de los actores, con esa ceguera moral que nombras y que va revistiendo un relato fascinante, raro y siempre doloroso. No saqué el kleenex porque soy bastante rocoso cuando veo tragedias, rocoso por fuera, se entiende. Por dentro estoy destrozado.

Y a Nerea Camacho dan ganas de abrazarla, besarla, mimarla...qué actriz tan grande, qué talento.

Lo de Carme Elías no puede resumirse en adjetivos. Dio el domingo una lección de elegancia, discreción y madurez. Una dama.

Un saludo, my friend.

Anónimo dijo...

Ya te dije que te gustaría, Emilio. Es una de esas películas especiales filmadas en estado de gracia. Yo soy uno de esos 200.000 espectadores que la vieron en pantalla grande. El hacerlo me dejó K.O. durante varios días, no por las maniobras repugnantes de los tipos del Opus (más que demostrables, por mucho que ellos lo nieguen), ni por el saldo del dolor sufrido por la niña, sino por la vida insultante que transpiraba ella. Durante los días siguientes busqué información sobre Alexia y descubrí sus fotos y sus películas manipuladas por la "obra". Y en sus ojos está toda la historia escrita. Historia que Fesser supo ver a riesgo de condenarse. Dulce condena la suya. Portentosa película (rareza dentro del endogámico panorama del cine español) y maravillosas Nerea Camacho y Carme Elías. Y Jordi Dauder, claro. Pocos se han fijado en él que merece un capítulo aparte.

Y la mirada triste de Fesser cuando recogió su premio. Amarga victoria.

ZesTT dijo...

Me alegro enormemente de su clara victoria en esos Premios que se entregan en una Gala cada vez más sosa, lenta y aburrida.
La película tiene fuerza, es emocionante, es dura, quizás demasiado. Hace retirar la mirada de la pantalla por lo explícita que es, además te enamoras de su protagonista... es muy bonita. Me alegro de haberla visto en su estreno cuando nadie decía nada sobre ella. Sin duda lo único interesante del cine español en un año para olvidar.

Anónimo dijo...

Me aburrió SOLEMNEMENTE. Me parece que el cine español necesita estas cosas para venderse. GRANDES TEMAS. COSAS DEL CORAZÓN. A ver si aprendemos ya y hacemos cine en condiciones. Los goya, una pérdida de tiempo y también de dinero. No quiero parecer radical. SOY radical. Tu página me parece buena. A lo mejor porque no hay mucha critica de CINE ESPAÑOL.... Siento disentir

Emilio Calvo de Mora dijo...

Nada de usted, Carmen: un tú abierto. En lo que cuentas, sí, quizá la familia de la pobre niña biografiada sea la que deba manifestar su opinión acerca de lo narrado, pero la historia discurre con respeto, pienso. La realidad a veces es cruda hasta límites insoportables. El cine registra eso: lo deja ahí para que sea público. Una de sus funciones, polémicas incluídas, es ésa...

El dolor, no lo dudo, Tomás, es un buenísimo caldo de cultivo para la literatura y para el cine. Aquí lo hay a mansalva. Crudo dolor sin remedio. La niña es tremenda. Adorable. Querible. Un gusto que crezca y la veamos pronto. Carme Elías estaba perdida o yo no he sabido buscar, pero ha vuelto.


K.O.: se queda uno así. Yo estuvo un día entero con imágenes en la cabeza. Ni podía concentrarme en el trabajo, en serio. Me martilleaba, me irritaba, me dejaba conmocinado al menor recuerdo, y eso que después, con los Goya, tuvimos Camino a tutiplén. Eso está bien. A ver si su nuevo circuito comercial hace que la vea más gente. Será así, no lo dudo, Álex. Luego pienso si no hubies estado mejor que la Academia o quien decida eso hubiese elegido Camino en lugar de los Girasoles de las Narices para los óscars. La entenderían allí? La verían transgresora o sólo una cosa friki transoceánica?



Zesst, dura, pero nunca lo suficiente. Eso lo tengo claro. Dureza se mide con dureza.

Paco, es opinable hasta el aire que respiramos pero no es una mala película. Admito discrepancias, que aburra (como le pasó a un buen amigo) pero no que sea tan malísima como dices. Te pillaría mal el momento o algo así. Reincide, hombre...O no lo hagas, claro.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Nada de usted, Carmen: un tú abierto. En lo que cuentas, sí, quizá la familia de la pobre niña biografiada sea la que deba manifestar su opinión acerca de lo narrado, pero la historia discurre con respeto, pienso. La realidad a veces es cruda hasta límites insoportables. El cine registra eso: lo deja ahí para que sea público. Una de sus funciones, polémicas incluídas, es ésa...

El dolor, no lo dudo, Tomás, es un buenísimo caldo de cultivo para la literatura y para el cine. Aquí lo hay a mansalva. Crudo dolor sin remedio. La niña es tremenda. Adorable. Querible. Un gusto que crezca y la veamos pronto. Carme Elías estaba perdida o yo no he sabido buscar, pero ha vuelto.


K.O.: se queda uno así. Yo estuvo un día entero con imágenes en la cabeza. Ni podía concentrarme en el trabajo, en serio. Me martilleaba, me irritaba, me dejaba conmocinado al menor recuerdo, y eso que después, con los Goya, tuvimos Camino a tutiplén. Eso está bien. A ver si su nuevo circuito comercial hace que la vea más gente. Será así, no lo dudo, Álex. Luego pienso si no hubies estado mejor que la Academia o quien decida eso hubiese elegido Camino en lugar de los Girasoles de las Narices para los óscars. La entenderían allí? La verían transgresora o sólo una cosa friki transoceánica?



Zesst, dura, pero nunca lo suficiente. Eso lo tengo claro. Dureza se mide con dureza.

Paco, es opinable hasta el aire que respiramos pero no es una mala película. Admito discrepancias, que aburra (como le pasó a un buen amigo) pero no que sea tan malísima como dices. Te pillaría mal el momento o algo así. Reincide, hombre...O no lo hagas, claro.

Gabriel Cusac dijo...

En serio, la película no me ha parecido prodigiosa. Ni la interpretación (sobreactuación, a mi modo de ver, y entiendo lo difícil que es convertir a una niña en actriz)de la joven protagonista. Y creo que tendemos a magnificar el cine que toca temas sensibles. No te asustes, tampoco soy del Opus. Pero tu crítica, gustos aparte, sí es prodigiosa. O tus críticas. En el fondo (te implicas) y en la forma (escribes de puta madre). Porque estoy harto de que las críticas, en todos los ámbitos, sean paquetes huecos, ejercicios de demagogia. Y aclaremos a los suspicaces, por si acaso, que ni te conozco ni te debo nada. Un saludo.

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