9.8.25

Una página de un diario futuro

 



Hará un año o dos o cinco que tuve nostalgia del frío. Hoy la he vuelto a tener. Habla uno siempre de lo mismo. Quizá la cabeza tenga un sistema por el que hace bucles que no reconocemos. Quizá escribamos el mismo texto una y otra vez. Eso lo he escuchado también muchas veces. Lo de que todo es una repetición con ligeras variaciones. Ojalá esas variaciones importen. Que las tentativas de novedad prosperen sin que se resienta la semilla. Hay con qué preservarlas. La memoria es fiel, aunque flaquee a veces. No sabe quien la detenta si podrá contar con ella de un modo nítido. Y uno empieza con cierta edad a beber sin saber a qué sabe lo que se bebe y amar con la misma ignorancia. Vivir tampoco escapa a esa inocencia hermosa de avanzar a ciegas. Solo tenemos algunas certezas, y no duran. Quizá no haga falta que nos acompañen siempre. El defecto consiste en creer que se deben tener las ideas fijas. Como si valiesen más que nosotros mismos. Como si ellas nos gobernaran y no al contrario. Se va mudando de unas a otras a conveniencia de la edad en que las poseía. A veces influye el estado de ánimo, que es una cosa de muy difícil manejo, por mucho que uno se obstine en administrarlo y sacar siempre su lado más agraciado. Hay días de ideas peregrinas y otros en los que, ah, fatum, somos sublimes durante unos minutos (ojalá)  y hacemos sonreír a las piedras. Días de absoluta flaqueza, contrariamente a lo que pudiera pensarse, dan una viva riqueza al espíritu. En la precariedad de la pereza la cabeza vive sus momentos de esplendor y se explaya. 


El verano no contribuye a que nada permanezca, salvo el sudor, claro. Yo he sudado en este como nunca en mi vida. Ayer hizo en mi pueblo un plomizo día gris en el que aire pesaba como un fardo en llamas. Un sudor bíblico, un sudor de resonancias cósmicas, eso es lo que hubo. Sucede el sudor como las nubes. Se suda también sin saber el porqué. No hablo de los motivos fisiológicos, Del sudor no hay una bibliografía de enjundia, al modo en que la posee el amor, la pasta italiana o los índices de precios al consumo, pero el sudor ha levantado imperios y ha provocado suicidios. No sé las cifras de gente que eligen el verano para despedirse de los rigores de este mundo. 


El frío nos hace más domésticos, nos recluye en la mesa camilla, nos hace fuertes contra el exterior. Se acerca el otoño. Viene lejos todavía, pero se oye cómo avanza. Anoche pensé en todo lo que voy a hacer cuando regrese el frío. Casi nada de lo que proyecté para cuando arreciase el calor ha sido cumplido. No he salido a pasear como quise. No he revisado todo el cine en blanco y negro que he ido aplazando en época de trabajo. No he escuchado conciertos barrocos al clarear el día. No he empezado el nuevo libro que me prometí. Tampoco he abandonado el vicio del tabaco. Lo de escribir no me preocupa. Lo hago con rutinario empeño. Disfruto con la posibilidad de que en alguna ocasión el azar (qué sería si no) me haga escribir un párrafo desde donde salgan todos los demás. Es el párrafo el que abre la trama. Todas las grandes historias empiezan con la seguridad de un párrafo que nos emociona y del que nos sentimos enteramente satisfechos. Hay días que poseen también su párrafo heroico. Luego, en ocasiones, se tuercen los renglones, que no solo Dios va a tener los suyos, pero incluso torcidos, los días dan líneas espléndidas, partes de la trama que salvan la trama completa. Y el sudor planea también su parte en la trama. Se entusiasma sin motivo. Nos abate a conciencia. Podría contarme estas cosas a diario, registrarlas. Adoro los diarios ajenos. El último que leí, que era diario y novela impostada, como un palimpsesto riquísimo, fue el de José Manuel Benítez Ariza. Era la novela de un ocioso, bendito oficio ese. Me he animado un par de veces a escribir sobre él, pero merece un diario deudor. Los libros son acicates de más libros. Yo hoy les animo a que lean a José Manuel. Eso ya valdría para justificar esta página suelta del no conformado mío. Su año sabático es un derroche de alta literatura y de vida vivida y bien contada. 

No hay comentarios:

Incertidumbre

Me pregunto qué hará Dios  en lo más oscuro de la noche.  Si abrazar la tiniebla es un oficio.  Si el cielo, cuando irrumpe la luz,  está li...