Lo que elogia el canto del pájaro
en su honda fronda sin árboles
es la bondad del paisaje.
En el vuelo, el pájaro se desdice.
Así tantea la inminencia de un temblor
que lo haga súbitamente grávido,
así se precave de acrobacias temerarias.
Tal que el hombre, que es un pájaro inverso,
reacio a intimar con el aire,
mordiendo el glauco hierro de la tierra.
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