Escribir muy adrede
Está la historia previsible, pero hay otra debajo. Tiene barcos hundidos o a nada de hundirse, pájaros con solemne vocación de fuga en una avenida a altas horas de la noche, hombres tristes que desvarían en su tristeza y fabulan delirios, sueños espléndidos que se malogran al poner el pie en el día, un cielo de una pureza que aturde a la caída de la tarde. De lo que se trata es de registrar lo que no es previsible, de enloquecer el pulso y manuscribir todos esos prodigios. El propósito final es desquiciarse a sabiendas. Escribir muy adrede.
Frío
El invierno conquista mi corazón y lo invade de milagros. Inexplicablemente salgo al frío con la emoción que no me visitaba ya casi nunca, la que parece reservarse para otros asuntos que, en apariencia, revisten más relevancia y trascendencia. El frío, ese pequeño milagro de la mecánica de los astros, me bendice y me cubre. Anoche hubo frío, algo que entraba por la ventana y me besaba. Vehemente, explico mi alborozo hoy a quien lo percibe. Le cuento los detalles, le abro el pecho y le dejo que escuche. Tengo frío, les digo. No comprenden. No tienen frío, será.
Resaca
La boca sabe a resaca. Un ángel es un poeta más ebrio de lo previsto. El cielo es una conspiración de borrachos. La eternidad es una resaca permanente.
Samsa, H.H. y algunos más
Sentí que me invadían las algas. Creí que era un personaje de Lovecraft. Temí que me viese Kafka y me mandase a consolar a Samsa. Temí que Humbert Humbert me dijera que mató a Lolita y la tiene en un jardín de una casa que ha alquilado a las afueras y en donde, entre el llanto y la satisfacción de la venganza, escribe una novela.
Catedral
Soy una gárgola. La catedral me crece debajo.
Riografía
a M.C.
El río también es un poema.
El río también es un poema.
Arte poética
La caligrafía es siempre el cuerpo, su pulso herrumbrado, la sangre demolida
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