el frío hacia adentro a nado ganando la herrumbre
el frío vulgar como la muerte cuando ocupa la entera extensión de la luz que la batalla, como un acto de fe pura, como una epifanía
oigo el frío majestuoso en secreto contando los días, el frío virginal que trae una lluvia invisible, un rumor oculto de heridas, el veneno primero con el que la vida nos enseña su saña ampulosa, su cuenta de pesares
el frío leyendo hace años a dickens, en verdad os digo, oh mis hermanos, que nada hay que haga sentir más frío que ser un niño de dickens en una edición barata de bolsillo, todo lo que uno lee es dickens, todo está ahí, íntegro, en el mejor de los tiempos, en el peor de los tiempos, en ese bucle de las cosas, que no se advierte, que no deja una huella y, sin embargo, perdura, no se desvanece jamás, está al alcance siempre, como un salmo, como un dios caprichoso y rudimentario que bosquejara el mundo y lo bosquejara otra vez y viese que está bien la obra, pero se diese un día, dos días, seis días, hasta que de pronto se comprende que ya no es posible más, entonces es cuando se produce el chasquido, todo lo demás no importa, no importa el vértigo, ni la fiebre, no todas las benditas lujurias del tiempo, el juez, el tiempo severo, el arcano y el inmisericorde, importa dios en su secreta atalaya, en su imposible distancia, dios deshecho y vuelto a hacer a conveniencia del poeta, que es quien al final conoce la trama primera y la última y modela el universo y lo agita y a ciegas, como aquel sin ojos y de manos precursoras, expande, el poeta manumitido de todas las divinidades, sublime el poeta en el centro exacto del numen
el frío es el abismo, el frío es una llama inversa, un fuego cansado de sí mismo y súbitamente convencido de que no tiene más que decir
el frío es metafísico
el frío es un diccionario oscuro y profundo, las palabras se escriben solas, cruzan solas el páramo, se ahondan solas, escribe uno con las palabras que no le pertenecen, como si otro escribiera, es un texto de otro, no le pertenece, leo algo que no es mío, no pertenece a nadie el texto, es un paisaje el texto, los paisajes no tienen quien los posea, dios en la altura bendice los paisajes, pero las palabras están en un rango más alto que los dioses, antes del big bang hubo palabras, el universo es un verso que se fue expandiendo, el big bang es un poema, el frío fue el paisaje primero, ese frío desconocido que no tenía quién lo padeciera ni lo escuchara, pero avanzaba como un cáncer, como plaga del antiguo testamento , como una orfandad de palabras a medio decir, como un sueño de peces y de ríos que bajan locos
el frío cuando no hay nada que hacer, ni nada que nos consuele, el frío brutal que no avisa nunca, todo ese frío que está aguardando desde que empecé el poema, ese más que ningún otro, el frío de antes, al salir y anhelar su peso desplomarse sobre mí y hacer que me sienta de nuevo vivo al modo en que lo está la luz, la esperanza de la luz, la dichosa inminencia de su abrazo
el frío es una república de lobos, el frío es un festín lírico
el frío de ahí abajo cuando me he tomado un café y he fumado y he pensado en el trasegar de las cosas y en la certidumbre de que vivir es siempre, siempre, siempre un festejo, en mi padre yendo de su corazón a su cabeza, aunque no sepamos las palabras con las que se cuenta el mundo y no sepa que afuera es diciembre y el frío lo ocupa todo
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