24.3.16

La Escuela




Fue cuando leí a Lovecraft por primera vez. O cuando sentí la punzada del amor (debió ser una punzada, aunque ahora no tengo la certeza de que doliese realmente) o cuando encontré los amigos de verdad. No sabría hacer una lista de todas esas cosas que sucedieron en ese edificio, el de la Facultad de Magisterio del Sector Sur en Córdoba, durante los tres años en que viví en ella. En realidad la vida estaba allí. Luego estaba la otra, la de los otros años, la que no tenía nada que ver con los libros de Pedagogía o con las enormes charlas en la cafetería. Eran dos vidas entonces. El sábado pasado paseé mi barrio. Lo hice sin prisa, no pensé en qué calles andaría o cuánto tiempo emplearía. El azar (o tampoco fue el azar) me dejó frente a la Escuela. La miré un rato, no con nostalgia. Es un bloque que no demolieron y al que llevan reconvirtiendo en otra cosa (un edificio de usos múltiples, no sé, algo de eso) desde hace más tiempo de lo que los vecinos imaginaron. Parte de lo que soy ahora, una parte considerable, proviene de ahí. Guardo memoria de muchas de las cosas que sucedieron hace poco más de treinta años. Recuerdo a  Luis Sánchez Corral, a Juan Luengo y a Rafael Padilla. Aparte de enseñarme sus materias, Teoría Literaria, Didáctica de la Lengua e Inglés, me trataron con afecto, me invitaron a café y me animaron a ser un buen maestro. De uno de ellos, de Luis, tengo la idea de que sería feliz viendo mi página a diario. Fue él quien me animó a escribir, quien me habló de Baudrillard antes de que rodaran Matrix. Él se perdió Matrix, que ya estaba en Baudrillard. Se me ocurre que los amigos de entonces (los que no necesito nombrar) estarán ahí (están) para siempre. No sé si leerán esto. Igual suena Sultans of swing en directo, en el Alchemy. O Winding me up. Da igual qué canciones sean. No diré que al pasar el sábado las escuché. No llego a ese extremo. Lo que sí es verdad en que vino todo juntamente. En tromba. Se me aparecieron los libros uno a uno, fueron apareciendo los bares en los que me acuartelé. Creo que he leído Borges completo en cuatro o cinco bares. De todo lo demás, mis amigos saben lo que no se precisa contar ahora.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No estudié ahí, pero sí un primo (Alfredo Castro) hace más años que esos que dices. Vive fuera, pero le mandaré el texto con las fotos para que vea cómo está la cosa. Muy emotivo lo que has escrito. Un saludo

Juan Alberto Castro

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.