Casillas es un grande de España. No sé cuánto tardarán en hacerle duque o en darle un pase a La Zarzuela para que intime más a fondo con el padre del rey, el que le abrazaba en los estadios. Quizá hubo en esos abrazos la transferencia de moléculas que produjo el prodigio del que ahora hablamos. Porque Casillas, aunque esté en horas bajas y haya venido un portero costarricense a quitarle la custodia de la portería, va a pasar a la Historia de España como pasó Manolo Escobar o Mendizábal, el de la desamortización. No hay mañana de este verano en que no me levante pensando qué portada traerá el As o el Marca. Ninguna en que no me tome la caña del mediodía sin traer a la conversación la demolición del mito blanco. Empezaron con Raúl y ahora están desmantelando a Iker. Es posible que el hombre no esté en su mejor momento. Acepto que el club está por encima de las personas que lo forman. Pero duele el ocaso de los héroes. Ninguno como Iker. El Santo. El Cancerbero del Hades. La máxima expresión del pundonor, del fairplay, de las paradas antológicos y de los anuncios de seguros en televisión. Ahora no caigo si eran seguros o era un refresco isotónico, da igual. El caso es que nos ha tocado vivir la coronación del un rey y la defenestración de otro. Todo en un verano de perplejidades. No puede ser que Nadal sea rebajado al segundo puesto de la ATP, que Contador se rompa yo qué sé en el Tour y que Casillas sea relegado a un puesto menor, a la suplencia, al banquillo infame. La culpa la tiene Mourinho. Eso no se le escapa a nadie. O Arbeloa, que le malogró la mano y le mandó al quirófano y al descanso. El buen madridista, el de toda la vida, no hay día en que no maldiga a Arbeloa. Primero a Arbeloa, luego a Mourinho. Podemos alterar el orden. Ellos son los culpables de que Iker no esté en el olimpo, de que no sonría como solía y los medios aireen que está triste y perdido, desnortado y enfermo. España es un país cainita como pocos. Un país con Alzheimer. Un país irreverente, zafio, mediocre, de poca altura de miras. Al rey antiguo le encantaba eso de la altura de miras. Iker tenía altura suficiente y miras que no veas. Verle ahora ahí en donde le han puesto, varado, en la zozobra de no saber, me está dando el verano. Puede ser que la culpa la tuviese también Diego López. No sé. Tiene que haber unos cuantos culpables y él solo es el damnificado. Es un asunto de estado esto de Casillas. Lo es al modo en que no lo ha sido ningún otro. Un grande de España en horas bajas no desentona con otros grandes que también tocaron fondo. España (insisto) es un país olvidadizo, uno en el que tienes que defender tu prestigio a diario, en el que no valen los triunfos del pasado porque lo que cuenta es el presente. Y ese es de Keylor Navas, un guardameta de fe honda y reflejos gatunos, a lo visto. El debate de la portería del Real Madrid adquiere la relevancia a la que no llega, ni de lejos, los muertos en Gaza o las colas del INEM o los chanchullos de la clase política. Pero aquí manda el papel couché, la cháchara de barra. Creo que es la última vez que hablo de este señor en mi bitácora. Si no vuelve, el agradecimiento por los ratos compartidos. Los guantes de oro.
4.8.14
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4 comentarios:
C'est la vie.
Aún recuerdo cuando un débil balón lanzado por Platini se escurrió debajo del cuerpo de otro portero "grande de España", Luis Miguel Arconada, en la final de la Eurocopa de 1984 frente a Francia. Siguió un año más en la selección hasta que una lesión lo retiró definitivamente.
Pero, por desgracia, todos lo recordamos, injustamente, por aquel error.
La vida, a veces, es muy ingrata.
Un abrazo amigo.
Pedrodel
Aquí la ingratitud va más deprisa, Pedrodel. Arconada la pifió. Y Zubi colosalmente. Si no estás, no la pifias. Pero aquí lo que gusta es divinizar y luego demonizar. Un abrazo repetido, amigo.
Semos así, Emilio. De lo que no hay, que decía mi abuelita.
Así nos va, por otra parte.
De mal en peor.
Da igual quien nos gobierne. Somos los españoles los que tenemos en el ADN o en donde sea el gen de la soberbia. No aceptamos que alguien a quien adoramos caiga en desgracia, por ejemplo. Casillas, un ejemplo. En cuanto Nadal pierde tres puestos en la lista y le gana el Jokovic unas cuantas veces, al hoyo. El hoyo es el sitio perfecto para los olvidados.
Carmen Frutos
No tehemos costumbre porque quizá nadie se lo merezca.
Agradecer servicios prestados cabe, no más.
Luisma
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