27.8.14

El abrazo



Habrá quien se encomiende a la providencia para que alivie el mal que sufre. No entiendo que quien no se encomienda tenga algo que rebatir o que amonestar a quien lo hace. Nadie debería sancionar al que entra en una iglesia o nadie que entre lo hace al que no entra nunca. La ceremonia de la fe se acomete privadamente, aunque existan escenarios en los que se mancomuna la intimidad, por decirlo de alguna manera, en donde uno ve la ceremonia de los otros y así corrige la suya, caso de que no se ajuste a lo espera, o sencillamente disfruta con la visión de sus semejantes, postrados, elevando los salmos, pronunciando los rezos, pidiendo a las alturas la ciencia que allane el gobierno de las cosas o que interceda por la salvación de sus almas. Lo que no satisface el sentido común es que los administradores del Estado, los que de verdad hacen que las cosas funcionen o no, se encomienden a los santos y les soliciten su intervención. Falta ver a Mas entrar en capilla e hincar la rodilla frente al altar para que los patronos medien en la cuestión soberanista. Igual en las insobornables techumbres de la divinidad andan de animada cháchara por ver a quién benefician, si la Vírgen del pueblo de arriba concederá un gol con más determinación que la Vírgen del pueblo de abajo, que quizá no se empleó con ardor y quedó retrasada en los favores. Igual se ponen de acuerdo para que en un próximo partido las tornas cambien y gane quien no lo consiguió antes. Lo cual no obsta (creo que es la primera vez que tiro de eso de obsta en este blog) para que en la estricta intimidad cada cual se encomiende a quien desee, pronuncie los rezos que estime más adecuados y solicite los favores que le plazcan. En lo público, en las imágenes y en los discursos que se ofrecen a la comunidad no deberían producirse gestos huecos, en absoluto convincentes, que lastiman la credibilidad política de quienes lo hacen y retrasan no sé cuántos decenios (siglos iba a escribir) la sociedad en donde se producen. Si solo es un aliño mediático, una función teatral que contente a unos pocos y distraigan al resto, me parece una bien urdida. Nunca se espera que agosto alimente un periódico y este agosto a punto de morirse ha sido fértil y no ha habido día en que haya flaqueado el interés informativo. Igual ese es el primer paso para que España arranque ya del todo y deje atrás lo que la lastra. Uno de esos pesos infames es la inutilidad de agosto para casi todo. El país cae en un estado de pereza consentida. Se echa el candado al mundo, pero las puertas de las catedrales siguen abiertas. Y las cámaras registrando el abrazo al apóstolo. Vamos bien. Podemos ir peor. 

2 comentarios:

Joselu dijo...

Y qué dulce es este final de agosto -ese mes que no existe- cayendo sus días lentos (25,26,27...) camino de la vorágine que nos absorberá en poco. Agosto es un mes en que se sitúan relatos cenitales de cuerpos adolescentes bronceados y llenos de deseo que dejan reposar su excitante humanidad sobre las rocas. Me gusta agosto. Aunque no me encomiende al santo.

Molina de Tirso dijo...

Completamente de acuerdo. Agosto aparte, se supone que vivimos en un estado aconfesional. Me parece que deberíamos librarnos de una vez de todo ese folklore abochornante y que cada uno en privado rece lo que quiera.

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