Parte de mi educación sentimental está en los primeros discos de los Rolling Stones. No entré nunca en la discusión sobre si los Beatles estaban o no por encima o si contribuyeron más o menos a la historia del rock. En alguna ocasión, acudí a las partes más que a la ardorosa defensa del todo. Siento devoción por algunas canciones de Jagger y de Richards, pero sé que la imparable máquina de la banda, su imperio mediático y bursátil, malogra en ocasiones la mirada atenta a las piezas de su repertorio, al catálogo de éxitos y a las canciones menores, de una relevancia menos consensuada, pero que han llenado la vida de quienes las sintieron más de cerca. No es posible, ni siquiera es recomendable, buscar una interpretación del rock, una especie de semiótica del género, sin que aparezcan ellos. Tampoco lo es incluirlos en una eventual historial universal de la infamia del circo del rock. Porque los Stones aúnan lo sublime y lo decadente, la excelencia y la mediocridad. No se pueden hacer tantos discos sin que se cuelen algunos malos, sin que se advierta un amor insobornable al dinero. Cuenta que subsistan, a pesar de la fatiga de tanto peaje; cuenta que todavía encandilen a los antiguos o que susciten la atención de una legión de fervorosos admiradores que, vistos sin mucho énfasis, podrían pasar por sus nietos. No iré a verlos, pero tal y como se ve la cosa no dudo que haya ocasión.
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4 comentarios:
Yo he sido siempre poco musiquero, pero, efectivamente, a mis quince o dieciséis años descubrí a los Beatles. Los Rollings no pasaron por mi puerta o yo no los supe reconocer. Es la única etapa de mi vida en que la música me ha cautivado, fue como si, por azar, el oído se me hubiera abierto durante dos o tres años. Luego se me cerró de nuevo, y raramente siento la pasión por la música. Me gusta el jazz, eso sí, pero no siento lo que sentí en aquel tiempo por los Beatles. Fue pasión adolescente. ¡Qué tiempo extraño la adolescencia! He vuelto muy poco a ella comparada con el mundo potentísimo de la infancia. Lástima que no educaran mi oído o que yo no lo desarrollara por mi cuenta.
Efectivamente el Rock no se interpreta, se siente. Tendremos ocasión de sentirlos en vivo, seguro.
Un abrazo.
Ahora me da rabia no haber comprado esa entrada para verlos...larga vida a sus satánicas majestades!!
I know...
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