Es más literario destronar a alguien que auparlo al trono. En la ficción da más juego el destrozo que la construcción. Es el mal el que triunfa y es el bien, el pobre, al que se le encomiendan las más altas exigencias. Por eso dicen que España, anoche, fue un puñado de traidores, incapaces de llevar con honor la elástica con el escudo y la noble estrella. Como aquí gusta ensañarse es mejor que España haya perdido y esté ya a punto de hacer las maletas y volver a casa. Incluso es mejor hacerlo tan pronto. No está bien crear ilusiones y después, conforme avanza el campeonato, borrarlas. Todo lo demás importa escasamente. Lo que propongo es que se afore a España. Aforada, encapsulada, indultada, se impedirá que se la ajusticie en plaza pública. Solo por los servicios prestados, por los seis años de reinado, por los festejos compartidos. No será así: es probable que el linchamiento dure hasta que vuelvan a sacar otra estrella. Tiene más fuste épico el dolor. Se recrean los sentidos más en la visión del linchado. Todos estos vestidos de rojo, bien pagados, por supuesto, no han pasado la prueba. Ni el propio Del Bosque, que es la bonhomía pura, saldrá limpio de la escabechina. Nadal, a poco que se descuide, por mucho Roland Garros que se haya llevado, irá a la picota. Ya lo está el olvidado Fernando Alonso. No hay quien recuerde a Induráin. Somos olvidadizos, tenemos facilidad para flaquear en la admiración continua. Canto mientras apuro la cerveza que me han puesto en la barra del bar. Mi felicidad dura lo que la espuma en el vaso. Y ya no hay héroes. Anoche los pocos que quedaban fueron expulsados, barridos sus galones, reducidas sus gestas. Menos mal que tenemos hoy con qué entretener el ocio terrible. Porque a veces no sabemos cómo amenizar los ratos en los que no estamos fustigando a alguien.
19.6.14
Hay que aforar a España
Es más literario destronar a alguien que auparlo al trono. En la ficción da más juego el destrozo que la construcción. Es el mal el que triunfa y es el bien, el pobre, al que se le encomiendan las más altas exigencias. Por eso dicen que España, anoche, fue un puñado de traidores, incapaces de llevar con honor la elástica con el escudo y la noble estrella. Como aquí gusta ensañarse es mejor que España haya perdido y esté ya a punto de hacer las maletas y volver a casa. Incluso es mejor hacerlo tan pronto. No está bien crear ilusiones y después, conforme avanza el campeonato, borrarlas. Todo lo demás importa escasamente. Lo que propongo es que se afore a España. Aforada, encapsulada, indultada, se impedirá que se la ajusticie en plaza pública. Solo por los servicios prestados, por los seis años de reinado, por los festejos compartidos. No será así: es probable que el linchamiento dure hasta que vuelvan a sacar otra estrella. Tiene más fuste épico el dolor. Se recrean los sentidos más en la visión del linchado. Todos estos vestidos de rojo, bien pagados, por supuesto, no han pasado la prueba. Ni el propio Del Bosque, que es la bonhomía pura, saldrá limpio de la escabechina. Nadal, a poco que se descuide, por mucho Roland Garros que se haya llevado, irá a la picota. Ya lo está el olvidado Fernando Alonso. No hay quien recuerde a Induráin. Somos olvidadizos, tenemos facilidad para flaquear en la admiración continua. Canto mientras apuro la cerveza que me han puesto en la barra del bar. Mi felicidad dura lo que la espuma en el vaso. Y ya no hay héroes. Anoche los pocos que quedaban fueron expulsados, barridos sus galones, reducidas sus gestas. Menos mal que tenemos hoy con qué entretener el ocio terrible. Porque a veces no sabemos cómo amenizar los ratos en los que no estamos fustigando a alguien.
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6 comentarios:
En este país, no hay más memoria que la de la mala leche. Qué gran artículo, amigo Emilio. Es inevitable citarte en mi blog. Abrazos
Una reflexión que no recoges en este formidable artículo: el fútbol es una distracción. Hay miles de cosas que no distraen pero que hacen que una sociedad funcione. Estamos ahogándonos y nos ponemos a mirar los peces. Saludos
De héroes a traidores va solo un trecho, es cierto. Tus observaciones son justas sobre el carácter de este país cainita y olvidadizo. El mismo Messi recibió improperios vergonzosos el último año por algunos hinchas azulgranas habiendo dado tanto y tanto al equipo. No me sorprende que se haya quedado desilusionado y dolido. Nadie es eterno. Esta generación de futbolistas llegó al límite y fue campeona. Nunca habíamos llegado allí. Pero ha caducado, se han hecho mayores. Es normal. Yo no lo he visto con acritud y lamento que haya quienes ahora los demonicen y escupan sobre ellos como si fueran reos de traición.
Es normal que se critique con saña a la selección, los cuarenta y tantos millones de españoles estamos todos acostumbrados, cada uno, a ser los mejores de Europa y del Mundo en nuestras profesiones.
Saludos.
Gracias por la cita, que te contesté en tu blog. En este país, somos este país. Es que ni España sabemos decir. Comos si doliese. Y conste: no soy patriota al modo en que lo son los que dicen serlo de un modo serio y comprometido. Ni saco banderas ni presumo. Pero somos raros, tenemos algo raro dentro. Será que nos han invadido mucho y tenemos resaca, Jose Luis
Mirar a los peces, el pan y el circo, da igual el símil. Nos entendemos, Manuel
Lo de Messi fue de vergüenza. Es un buen ejemplo, Joselu. Puedes estar toda la vida haciendo el bien al prójimo pero si un día te ven insultando a una vieja (sin saber si era merecido el insulto) te borran de la lista. Suele pasar.
Demonizar, qué buen verbo usaste
Yo mismo, tú mismo, todos, Juan. Muy fino, muy fino de verdad. Un saludo
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