22.6.11

Un día de libros y de cerveza

Uno de esos días perfectos en los que divagas sobre teología en la barra del bar y encuentras la felicidad en las palabras, en su mágico progreso aéreo, en su verdad acústica y en su hondura doméstica.
Un día en que llueva como si fuese la primera vez que lloviera y suene de fondo algún disco de Charlie Parker.
Un día en el que no tienes nada que perder y te has comprometido a no hacer cosas de las que puedas enorgullecerte o de las que arrepentirte.
Uno de esos días sin prodigios en los que piensas en trenes o en la novia de los quince años, en algodón de azúcar o en Atticus Finch defendiendo el honor, la dignidad y el amor infinito del cosmos.
Un día de libros y de cerveza.
Un día absolutamente inútil en el que confiar al azar la completa gestión de la alegría.

6 comentarios:

Ramón Besonías dijo...

Comienza el verano, Emilio, los días inútiles. Acostumbrados a responder a los afanes diarios, costará reeducar la mente en la disciplina del ocio sin sustento. En mi caso, cuando ya parece que le voy cogiendo el punto, tengo que volver al trabajo.

Anónimo dijo...

Ramón ha hablado con inteligencia: se oye el verano en el fondo del artículo. Y se te ve triste, un poco.
Rafa

Juan Herrezuelo dijo...

Hay que aprovechar las raras ocasiones en que el tiempo parece que se da un descanso, o que mira para otro lado. Dejar que la siempre azarosa alegría venga a buscarnos, sin necesidad de perseguirla con tanto ahínco ni tener que volar en pos de ella tan alto tan alto que a la caza demos alcance, y entonces qué, entonces como el coyote tantas veces: a diez pasos del borde del precipicio, pero por el lado del aire. Y vuelta a caer. Me tomo esa cerveza meciéndome en el porche con Atticus Finch. Un abrazo.

Antonia Romero dijo...

Un día perfecto, vaya.
Un saludo

Miguel Cobo dijo...

La cerveza es el líquido amniótico del verano. Pero, cuán presto se va el placer, cuando se acaba, nos sume irremisiblemete en la melancolía. Summertime...

¡Buen verano, amigos!

El Doctor dijo...

Pero si el secreto está en lo más sencillo.El otro día iba yo caminando por el extrarradio y vi un niño que intentaba hacer girar una peonza,ya ves,en medio de tanta tecnología,y el pobre se liaba con la cuerda.De inmediato le enseñé y en su mirada vi un brillo extraordinario.Me quedé un rato jugando con él.Te aseguro que me lo estaba pasando muy bien,pero después dudé (hay dios mío,podría verme cualquier vecino y tomarme por un pedófilo).Me fui con las manos en los bolsillos hacia mi casa y puse el ordenador.Me sentí entonces viejo,muy viejo.
Un abrazo,amigo.

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