En estos días de escaso pan y fútbol sin freno está el pueblo como anestesiado, se le nota pizpireto, contento de que el azar o la suma de muchos azares le haya manumitido de los mil dolores pequeños que lo asfixian y le haya puesto en pantalla y en cuatro ocasiones un espectáculo bélico de primer orden, uno de esos enfrentamientos en donde se demuestra la existencia de una raza superior y se manifiesta a la luz pública las carencias de otro que, al menos durante hora y media, fue inferior y no tuvo ni la fortuna ni el talento para merecer el triunfo. Soy un aficionado razonable al fútbol y valoro al alza el sencillo gesto de dejarme caer en un butacón, abrir una buena botella de cerveza y perderme en el juego. No soy un consumidor de diarios deportivos, pero los ojeo en la barra del bar y me dejo llevar por el vértigo frívolo de las dolencias de los astros. Sigo pensando en esto lo que mi abuela me recomendaba: no te enfades, piensa en si te van a dar de comer o no ésos que corren.
No he hecho porra para hoy, pero habría puesto un digno empate. De hecho así diseñó Mou el partido. Le han echado a Pepe Bauer y Messi se ha desbocado. En eso, en el genio, La Pulga le saca a CR7 cuatro o cinco cabezas. Lo único triste (siendo uno un poco merengue) es que se haya cerrado el suspense. Se acabó el interés para la vuelta. El entrenador portugués ha triunfado en la rueda de prensa. Lo predijo Pep. Yo soy de Pep en ciertas cosas. En otras soy de B.B.King, de Poe o incluso del tío Jess en sus años cafres. No me quitará el sueño esta noche la debacle blanca. Suena bien, en todo caso: debacle blanca. Las palabras son las que al final triunfan. El martes próxima, en la vuelta en Barcelona, me saco en casa una bandera con un cuervo en la tela. La izo y la ondeo. Luego explico con tranquilidad los argumentos si alguien me pide cuentas.
Never more.
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4 comentarios:
Ya no leo poemas. Leo a Poe más. (Oda a Edgar Allan)
¿Qué me pasa. doctor? Ya no rezo. Sin embargo, cada vez peco menos.
(Oda a la contradicción)
No he dejado de leer a Poe nunca, creo. Recuerdo empezar a leer voluntariamente, ya me entiendes, y coger los cuentos. No los he soltado. Y Annabel Lee a mi lado, claro.
Un amigo mío dice que entra en misa limpio de culpa, de pecado, y sale hecho polvo, consciente súbitamente de ser un pecado enorme. Oda a lo absurdo, a veces, de los discursos de la fe.
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