A esto le dedicó Pink Floyd uno de los discos canónicos del rock de los setenta. Hoy acabo de ver la cara oculta por primera vez. La he mirado con atención. Fascinado, he pensado en la licantropía y en un poema de Borges recomendando mirarla por si es la última. Mi ignorancia en estos asuntos de la ciencia no me permite otro comentario que el poético. Es hermosa la piedra lunar. Ahora pienso en Wilkie Collins. En Víctor Manuel, cansado de mirarla. Uno va dando tumbos. Ahora oigo sonar cien relojes. Ya saben. Uno se debe a sus vicios.
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4 comentarios:
Soy Adara, hace tiempo que no caigo por aquí. Sigues escribiendo cosas deliciosas sobre la vida misma, sobre las cosas sencillas, pero dándole un toque... hmmmm... Me gusta.
Pues entra cuando quieras, Adara.
Gracias por el halago. Cuesta, de todas formas, hacer sólo eso: agradecer lo que uno no entiende.
Hubo un tiempo en el que me dio por aullar a la luna figuradamente (o interiormente). Me fascinaban sus formas crecientes y sus tonos blanquecinos cubiertos de manchas. Hace tiempo que no la contemplo como debe hacerse. Y algo así para mí, como amante de los cielos nocturnos, es algo imperdonable. El disco de Pink Floyd es sencillamente imprescindible.
Una de mis canciones favoritas es de Sting. Moon over Bourbon street. A ti no te gusta en demasía Sting, pero esta canción, incluso no entrándote el que la canta, entra con una facilidad pasmosa. Habla como ninguna otra sobre la luna y sobre cómo influye en nosotros. Vampiros o no. Todos somos vampiros de algo. Todos somos adictos a un tipo particular de sangre. Aúlle usted, aúlle mucho. Hacia adentro, hacia afuera, pero airee el aullido. Yo lo hago. Escribir ayuda. Claro. Mañana toca cháchara a pie de... bourbon.?
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