La fe está llena de astrónomos. La ciencia misma está a expensas de que uno de sus operarios descubra accidentalmente o incluso adrede que Dios anda emboscado en una estrella enana o que la religión no es sólo un recetario de milagros y de confianzas ciegas en lo absoluto sino un manual de certezas, una especie de libro gordo y fiable en el que están las respuestas a todos los problemas y la salvaguarda de todas las alegrías que se mete el ser humano entre pecho y espalda desde que se levanta y pone el pie en el suelo hasta que los párpados ceden y cae en el limbo protector del sueño.
Lo que desconocemos es si el espacio exterior es laico. Tampoco si hay vida más allá de la nuestra, aunque la ciencia-ficción postula que lo de menos es que haya vida sino que encima sea inteligente. No entiendo yo ese empeño en buscar luces en la oscuridad, inteligencia en el negro infinito de ahí afuera, cuando aquí abajo, en este bloque de vecinos ancho y ajeno, vamos estrangulando la inteligencia a golpe de titular de prensa, tozudos y bárbaros. La vamos arrinconando, convirtiendo en un motivo de lucimiento gremial en lugar de un orgullo colectivo, uno de esos pequeños triunfos de la razón contra el fanatismo.
A Amenábar, que acaba de estrenar Ágora, le están linchando por haberse obcecado en revelar la militancia cristiana en esa barbarie. Ágora, que no he visto todavía, cuenta cómo las religiones (la cristiana en particular) abandona la palabra, que había sido su instrumento de persuasión, y cobra el arancel del miedo. Cómo el perseguido se hace perseguidor y cómo la sangre salpica el nacimiento de una moral que, en su fondo, la censura y condena. Pero Amenábar es un agnóstico o un ateo (cuenta en alguna entrevista que pasó por ambos estadios de la perplejidad metafísica) y además comulga con los progres de Prisa y del Estado del Bienestar zapaterista. ¿Qué hace un activista del relativismo con un Oscar de Hollywood? Pues ejercer de agnóstico y enseñar al mundo la trastienda de la fe que todavía lo gobierna. Algo así. Más o menos así funciona la crítica en la prensa hostil. Lo de menos es que Ágora sea buena o emocione. Lo relevante es que se posicione como otra nueva carga bélica de los descreídos de siempre. Los descreídos, ya saben, los que disfrutan viendo cómo el imperio de la fe se debilita después de dos milenios de autoridad.
La ciencia está llena de astrónomos insurgentes, gente empecinada a contradecir a obispos y apóstoles. Gente de malvivir que jalea a cineastas como Amenábar, otro artista de la guerra, uno de esos mercenarios de la izquierda, que leyó la Biblia (cuenta en estos días de entrevistas) y ya no necesitó más. Al menos la leyó. No hay enemigo más eficaz que el que se ha cambiado de bando.
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Lo que desconocemos es si el espacio exterior es laico. Tampoco si hay vida más allá de la nuestra, aunque la ciencia-ficción postula que lo de menos es que haya vida sino que encima sea inteligente. No entiendo yo ese empeño en buscar luces en la oscuridad, inteligencia en el negro infinito de ahí afuera, cuando aquí abajo, en este bloque de vecinos ancho y ajeno, vamos estrangulando la inteligencia a golpe de titular de prensa, tozudos y bárbaros. La vamos arrinconando, convirtiendo en un motivo de lucimiento gremial en lugar de un orgullo colectivo, uno de esos pequeños triunfos de la razón contra el fanatismo.
A Amenábar, que acaba de estrenar Ágora, le están linchando por haberse obcecado en revelar la militancia cristiana en esa barbarie. Ágora, que no he visto todavía, cuenta cómo las religiones (la cristiana en particular) abandona la palabra, que había sido su instrumento de persuasión, y cobra el arancel del miedo. Cómo el perseguido se hace perseguidor y cómo la sangre salpica el nacimiento de una moral que, en su fondo, la censura y condena. Pero Amenábar es un agnóstico o un ateo (cuenta en alguna entrevista que pasó por ambos estadios de la perplejidad metafísica) y además comulga con los progres de Prisa y del Estado del Bienestar zapaterista. ¿Qué hace un activista del relativismo con un Oscar de Hollywood? Pues ejercer de agnóstico y enseñar al mundo la trastienda de la fe que todavía lo gobierna. Algo así. Más o menos así funciona la crítica en la prensa hostil. Lo de menos es que Ágora sea buena o emocione. Lo relevante es que se posicione como otra nueva carga bélica de los descreídos de siempre. Los descreídos, ya saben, los que disfrutan viendo cómo el imperio de la fe se debilita después de dos milenios de autoridad.
La ciencia está llena de astrónomos insurgentes, gente empecinada a contradecir a obispos y apóstoles. Gente de malvivir que jalea a cineastas como Amenábar, otro artista de la guerra, uno de esos mercenarios de la izquierda, que leyó la Biblia (cuenta en estos días de entrevistas) y ya no necesitó más. Al menos la leyó. No hay enemigo más eficaz que el que se ha cambiado de bando.
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5 comentarios:
Segunda lectura de tu página, que es la primera vez que entro. Estupenda, por cierto, Ágora, que vi anoche. Me encantó. Me dejó de verdad muy tocado. Cuenta las cosas objetivamente. Hypatia era una guerrillera de la razón y los cristianos, que podían ser cualquiera, la humillaron. Ve a verla, ya que dices que no lo has hecho todavía. Disfrutarás y escribirás un buen post sobre ella.
No la he visto y sólo he leído la crítica de C. Boyero, que es difícil que concuerde con mis gustos y apreciaciones de las películas que veo.
En todo caso, estoy deseando verla y también estoy segura de que no me dejará indiferente porque Amenábar me parece un auténtico monstruo del cine. De lo mejor que ahora mismo tenemos en España.
Tendremos ocasión de comentarla.
Besazos.
Lo haré probablemente hoy, Federico.
Carlos Boyero es un crítico peculiar. Su escritura es reconocible, su estilo, su muy particular cruzada contra lo que no es de su agrado, que generalmente es materia ensañable. Amenábar me gusta mucho. Desde Tesis a Los Otros. En mitad hay 2 pequeñas maravillas: ABre los ojos (rarita, pero me gusta) y Mar adentro.
No me llegó como otras de Amenábar. Es una visión académica, exenta de vibración. No tiene alma. Hace falta "alma" para contar historias, no sólo talento y presupuesto. De cualquier manera, una más que decenta cinta. Se espera mucho y luego pasan estas cosas. Yo me sigo quedando con el Amenábar de Los otros. Impecable a todos los niveles.
Hoy era el día y lamentablemente, no fue. Pero será, y ahí te contaré, Rafa, qué tal, ganas tengo, en serio. Abrazos.
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